"Pienso que a todos y, antes que nada, a funcionarios oficiales en Londres que, evidentemente, están de los nervios en esta situación, les conviene calmarse", afirmó Lavrov de visita en Tokio.
Tras reunirse con su homólogo de Japón, Taro Kono, el canciller ruso expresó "la esperanza de que nuestros amigos japoneses, en sus futuros contactos con el Reino Unido, traten de aclarar dos circunstancias como mínimo: primero, dónde se encuentran el Sr.Skripal y su hjja (Yulia); y, segundo, por qué el Gobierno británico ha emitido ya un veredicto sin esperar una resolución judicial, mientras que un portavoz de Scotland Yard dice que la investigación tomará meses".
Lavrov reafirmó que "Rusia no solo está dispuesta a cooperar en este asunto, sino que insiste en cooperar en estricto consonancia con las cláusulas de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químics".
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Con respecto a las sospechas de Londres, de que Skripal fue envenenado por orden de Rusia o que esta habría perdido el control sobre algunas armas químicas, Lavrov subrayó: "Las habíamos destruido, como fue comprobado por la OPAQ en otoño de 2017".
Para el ministro ruso, "no hay dudas de que el actual gobierno británico busca minar las relaciones con Rusia".
"Si esta política continúa y se plasma en nuevas acciones antirrusas, nadie ha abolido el principio de la reciprocidad", advirtió.
El 4 de marzo el exoficial de Inteligencia Militar rusa Serguéi Skripal, naturalizado en el Reino Unido, y su hija Yulia fueron hallados inconscientes cerca de un centro comercial en Salisbury.
Skripal fue reclutado por el servicio secreto británico MI6 cuando servía en las Fuerzas Armadas rusas en los años 1990.
En 2006 la justicia rusa lo condenó a 13 años de cárcel por espiar a favor de un Estado extranjero y cuatro años después fue canjeado junto con otros dos espías por 10 personas detenidas en EEUU.
La primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó a Moscú de lo ocurrido en Salisbury —que calificó de intento de asesinato— y anunció, como represalia, la expulsión de 23 diplomáticos rusos y la cancelación de todos los contactos de alto nivel entre ambos países.
Moscú, que rechazó todas las acusaciones por infundadas, exigió la salida de 23 empleados de la Embajada británica, además de anunciar el cierre del consulado británico en San Petersburgo y de la oficina del British Council en Moscú.