Como en casa
Cuando Pablo tenía 11 años, su familia se mudó a la turística ciudad de Cancún, a orillas del mar Caribe. Fue en allí donde se dio cuenta de lo que quería hacer con su vida.
"Nos mudamos allí a vivir. Mi familia tenía su propio hotel, con 440 habitaciones, y fue entonces cuando me topé con el negocio turístico, que acabó convirtiéndose en el aspecto más importante de mi vida. Me di cuenta de a lo que me quería dedicar. Así decidí convertirme en hotelero", explica Pablo a Sputnik.
Sin embargo, en Cancún no hay nieve y, tal como explica Pablo, echaba de menos los parajes nevados. Así que, en 2014 la pareja decidió mudarse a la localidad de Krásnaya Poliana, a 40 kilómetros de Sochi. En aquel momento se celebraban allí los Juegos de Invierno, recuerda Pablo. También añade que a su esposa le daba un poco de vergüenza que su esposo no hablase ruso, a lo que este respondió que lo aprendería.
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Pero en 2007 Pablo ya había pisado Sochi. Y lo hizo para conocer a la familia de Alina.
"Nos recibieron con los brazos abiertos, como si estuviese en casa, y me di cuenta al instante de que esta era mi familia", recuerda este mexicano.
Rusia y México
"Nuestras culturas, la rusa y la mexicana, se parecen mucho. Tenemos muchas cosas en común. Muchos de los platos de la cocina rusa son para mí de lo más corrientes y me gustan. Incluso el 'kvas' casero —una bebida elaborada a base de pan de centeno, malta y frutas—. Al principio no entendía cómo podía haber una bebida hecha a base de pan, pero ahora me gusta. Sobre todo en verano, cuando hace calor".
Ahora, cuenta Pablo que incluso le pide a su suegra que se lo prepare con pan negro. "En Rusia están a la alcance de la mano todos los ingredientes necesarios para muchos de los platos de la cocina mexicana, como las quesadillas", explica Pablo a Sputnik.
Muchas vacaciones
Explica que, cuando llegó a Rusia, le sorprendieron las fiestas del 9 de mayo, cuando se conmemora la victoria de los soviéticos contra los nazis. "En México no hubo guerra, así que no celebramos ese día", señala, y añade que pronto entendió qué es lo que se conmemoraba y se dio cuenta de las dimensiones de la guerra y del número de víctimas.
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"El resto de fiestas rusas también me gustan. La verdad es que se celebran muchas cosas. Mis hijos tienen el 25 de diciembre, Navidad, más Año Nuevo, más la Navidad ortodoxa —el 7 de enero— y además el Año Nuevo Viejo —una fiesta religiosa ortodoxa que se celebra el 13 de enero—.
"Nuestro ecopueblo es ideal para quienes buscan silencio y tranquilidad, aunque eso no significa que vayamos a separar a la gente de la tecnología: habrá Internet y nuestros huéspedes podrían ir de excursión, de compras, ir al gimnasio… (…) Todos nuestros programas dependen de la estación y se desarrollan en plena naturaleza", añade, y dice que en Rusia la gente quiere "ganar dinero rápido y ahorrar rápido", y que resulta un impedimento a la hora de abrir un negocio.
"Me quedaría en Sochi"
Sin embargo, Pablo reconoce que nunca hubiese imaginado que acabaría viviendo en Rusia y que no puede asegurar que pasará toda su vida en el país, pero tiene claro que, si le diesen a elegir dónde vivir, elegiría Sochi. "Aquí me gusta todo lo que hay", concluye.
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