En particular, la disponibilidad operativa de los cazas, "una característica clave", está alrededor del 50%, y esta cifra se mantuvo intacta desde octubre de 2014, a pesar del aumento de la flotilla de las aeronaves, señaló Robert Behler, el director del Departamento de Ensayos Operativos, en un informe destinado a los altos cargos del Pentágono y los comités del Congreso.
A partir de septiembre, el proyecto entrará en una fase de pruebas de combate intensas que culminarán con la aprobación de la fabricación masiva.
El informe señala que hasta hoy en día, la víspera del fin del desarrollo formal, el proyecto todavía padece de problemas técnicos y de viabilidad.
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En conjunto, se mencionan unas 1.000 "deficiencias no solucionadas" con la aeronave.
Pero también hay asuntos cruciales, como el software de la nave, que todavía mantiene "deficiencias clave restantes", a pesar de tener 31 iteraciones desde su creación.
Entre los problemas clave destacados en la nota de Bloomberg también se mencionan:
- La imposibilidad de reabastecimiento en vuelo de la versión F-35A, la más parecida a los cazas de superioridad aérea de la generación anterior;
- Las deficiencias en el interfaz del casco del piloto;
- Problemas clasificados con el lanzamiento de misiles aire-aire AIM-120 y el empleo del armamento de ataque a tierra;
- La completa base de datos de los adversarios posibles —"los aviones y sistemas de defensa antiaérea de China, Rusia, Siria e Irán", según Bloomberg— no estará disponible antes del fin de 2019;
- Finalmente, el problema con la logística de las piezas de recambio se ve agudizada por un algoritmo de autodiagnóstico imperfecto, que suele señalar como "rotos" los componentes que nunca fallaron.
La oficina de ensayos constata que la fase de pruebas de combate, "la más confiable a la hora de determinar el rendimiento en las misiones reales", no sería completada hasta diciembre de 2019. Y debido al infame historial de la aeronave, esos plazos tampoco pueden considerarse definitivos.
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