La organización Hamas llamó a la insurrección y a una nueva intifada. Tras finalizar las oraciones del viernes 8 de diciembre, en muchas ciudades de Cisjordania, de la Franja de Gaza y de Palestina comenzaban a sucederse los enfrentamientos, en los que dos palestinos perdieron la vida y cientos de personas resultaron heridas.
La embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, no estaba acostumbrada a tal retahíla de críticas.
"No ayuda a solucionar el conflicto", "lamentable", "peligroso" y "contrario al derecho internacional" han sido las reacciones que la embajadora estadounidense tuvo que oír en el Consejo de Seguridad. Los miembros de la Unión Europea lanzaron un comunicado conjunto.
"No compartimos esta decisión. Contradice las resoluciones del Consejo de Seguridad y no ayuda al proceso de paz. Para nosotros el este de Jerusalén es territorio ocupado por Palestina", declaró el representante permanente del Reino Unido ante la ONU Matthew Rycroft.
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Pero Haley ha defendido la decisión de Trump. Argumenta que "durante muchos años" la Organización de Naciones Unidas "se ha mostrado hostil" con Israel y que el proceso de paz de la ONU ha hecho más mal que bien.
Al tomar una decisión de este calibre, Estados Unidos ha dinamitado el derecho que tenía a tener voz y voto en las negociaciones entre Palestina e Israel, ha advertido Riad Mansur, observador permanente de Palestina ante la ONU. Oriente Medio nunca ha estado tan lejos de la paz.
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