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Tercera revolución energética: qué tan real es el fin de la época de petróleo

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La tercera revolución energética no solo pondrá fin a la industria petrolera, sino que también le dará una buena sacudida a sus derivados, según un reciente artículo del medio especializado Oilprice. Sin embargo, a pesar del predominio creciente de los vehículos eléctricos, todavía falta mucho para ver el fin de los hidrocarburos, advierten.

Con la historia de cómo el ser humano sacia su creciente sed de energía se puede estudiar también la historia de su crecimiento tecnológico. La primera revolución energética —es decir, la transición de la madera al carbón como combustible principal— dio paso a la revolución industrial de los siglos XVIII-XIX. Las máquinas de vapor sustituyeron la tracción animal, mientras que los veleros o mano de obra humana fueron reemplazados por ferrocarriles, buques de vapor y maquinaria industrial. Estos cambios elevaron considerablemente la productividad de las sociedades desarrolladas.

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La segunda revolución energética llegó a finales del siglo XIX y principios del XX, con la invención del motor de combustión interna y la subsiguiente extracción masiva de petróleo. En un plazo de tiempo relativamente corto, las hogueras de carbón de las locomotoras y buques fueron sustituidas por turbinas diésel, los dirigibles, por aviones, los carruajes en las calles por automóviles y los caballos, por motocicletas. De la noche a la mañana, el mundo vio crecer grandes fortunas y empresas como Standard Oil, ExxonMobil, Total, Shell o British Petroleum, que aún hoy se reparten gran parte del mercado global.

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El gas natural, por su parte, rápidamente pasó de ser un inútil subproducto del procesamiento de petróleo a la principal fuente de energía de nuestras cocinas, calefacciones y equipos electrónicos.

Pero el inevitable desarrollo tecnológico ha colocado a sus antiguos beneficiarios —los productores de gas y petróleo— a la defensiva ante el inminente avance de los motores eléctricos y las fuentes de energía renovables.

El rápido desarrollo de las energías renovables ha puesto en jaque a los gigantes de la industria y ha dado paso a numerosas predicciones sobre su pronta e inminente desaparición. No obstante, aún estamos muy lejos de ese escenario, estima Andreas de Vries, experto en el tema y consultor estratégico de empresas energéticas.

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El analista advierte que a pesar de la expansión de los vehículos de propulsión eléctrica, el petróleo sigue siendo la fuente más económica para alimentar las centrales eléctricas que mantienen esos automóviles en marcha. Además, los principales medios de transporte que mantienen una alta demanda de petróleo siguen siendo los grandes buques navales y la aviación, que se han mostrado poco susceptibles a la electrificación. Los motores eléctricos de la actualidad simplemente no pueden cubrir las necesidades de estos dos grandes grupos de consumidores y esta situación probablemente no cambiará en los próximos años.

A diferencia del petróleo, el gas natural ha mostrado ser una fuente de energía mucho más segura, sostenible y no contaminante, por lo que aún seguirá siendo la materia prima principal para la industria química y la fuente de energía número uno para sectores de la economía como la metalurgia, la producción de papel o el cemento.

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Además, incluso si llegase el momento en el que las fuentes de energías renovables pudieran ser igual de rentables que las de extracción de hidrocarburos, aún tendrían que pasar muchos años antes de que las economías mundiales adaptasen sus infraestructuras a las nuevas condiciones. Los países ricos, sin duda, encontrarían recursos para una transición rápida, pero los más pobres, en cambio, apurarían sus infraestructuras existentes antes de verse obligados a dar el próximo paso, predice De Vries.

Por su parte, las empresas productoras de petróleo se verán sometidas a una competencia cada vez más dura por abastecer la decreciente demanda. A medio plazo podrán sobrevivir solo las más efectivas, mientras que a largo plazo sobrevivirán únicamente aquellas empresas que logren diversificar su producción de energía y adaptarse a las nuevas tendencias.    

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