Los militares aseveraron que los oficiales superiores son incompetentes y confesaron que en varias ocasiones pensaron incluso en el suicidio.
Otro miembro de la tripulación dijo haber rezado para que la nave "no se viera en la tesitura de tener que derribar un misil de Corea del Norte", porque, según agregó, esto "pondría sobre la mesa la inefectividad" del crucero.
"Es una prisión flotante", afirmó un tripulante citado por Navy Times. El medio menciona que varios marineros admiten odiar su trabajo.
Además, el equipo del buque se quejó del exceso de trabajo, carencia de entrenamientos, así como se mostró preocupado por el hecho de que no hayan sido concluidas las obras de reparación, que son vitales para el funcionamiento de esta nave.
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Al mismo tiempo, los tripulantes aseveran que tienen miedo de revelar sus reclamaciones, porque temen ser castigados por sus comandantes. Hubo casos en los que los oficiales de Shiloh enviaron a los marineros al calabozo por haber cometido errores menores. Durante su tiempo allí, los castigados recibieron solo pan y agua.
"Parece que es una carrera para descubrir quién se hundirá primero: la nave o su tripulación", lamentó un militar.