El resultado es un BMW que se puede conducir como si de cualquier auto se tratase. Eso sí: lleno de agua e incluso de espuma. Un jacuzzi sobre ruedas y de lujo en el que, además, el ingeniero ha elaborado un sistema a través del cual el agua se calienta.
Para alcanzar esta proeza del automovilismo, Furze selló todos los agujeros y grietas en el cuerpo del automóvil para que el agua no llegase al motor ni se saliese del interior. Envolvió los cables en una película impermeable y también reforzó los muelles de suspensión para que pudieran soportar la masa del BMW, lo que hizo que su peso aumentase casi dos toneladas más.
El ingeniero incluso instaló una barbacoa en el maletero y tuneó la carrocería con césped artificial.