Diez años después de la crisis financiera, económica y social que hizo temblar los cimientos de la sociedad del bienestar europea, los líderes de las principales potencias del Viejo Continente gritan ahora 'Europe first', haciendo eco a su denostado homólogo estadounidense, Donald Trump, protagonista del programa de telerrealidad global 'Master Proteccionista'.
Las opiniones públicas de los países más afectados por la crisis —convenientemente dirigidas por los medios de comunicación adalides del librecambismo con rostro humano— se agarraban al flotador chino antes de ser engullidos por el océano de las deudas. "Qué más da quién nos compre, si nos salvamos del desastre", resumía el sentir general de los europeos más pobres en un paralelismo invertido con el lema de Deng Xiaoping, "gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones".
Le puede interesar: Tic tac, tic tac: una potente bomba financiera amenaza al mundo desde China
Más de 10 años después, con unas cifras que quieren reflejar la recuperación de la UE: crecimiento de un 2% (superior al de Estados Unidos), 8 millones de puestos de trabajo creados, déficits públicos reducidos del 6% al 1,6%, las potencias de la Europa comunitaria quieren levantar nuevas barreras a lo que consideran un intercambio desigual.
Mucho tiempo han tardado en apercibirse de que la apertura europea no era correspondida con la protección china a muchos de sus sectores y a la diferencia entre la ausencia de aranceles europeos y los muros comerciales de su socio asiático. Pero la necesidad y el pánico eran grandes.
Lea más: La Unión Europea, a punto de entrar en una guerra comercial con China
Los europeos ya están acostumbrados a estas arengas de jefes de la UE sin poderes reales para aplicar lo que predican entre sus socios (27, tras el Brexit). Si Londres hubiera permanecido en el barco europeo, este ataque de proteccionismo hubiera hecho desternillarse a británicos y nórdicos, el bando defensor del libre comercio sin trabas. Pero el Norte de la UE se ha quedado sin 'sherif' y vuelve su mirada hacia la verdadera líder de la Unión Europea: Alemania.
Berlín veta, París nacionaliza
La UE no cuenta, como Estados Unidos, con una institución oficial que escrute estrechamente la entrada de capital extranjero en su territorio. Ni la UE ni ninguno de sus socios. Por eso, ahora se improvisa.
Berlín tuvo que adoptar de urgencia el pasado mes de julio un decreto para reforzar las reglas sobre inversiones extranjeras. La canciller alemana, Angela Merkel, y sus compatriotas de todos los signos políticos, no soportaron la enésima conquista china, el fabricante de robots Kuka, por 4.400 millones de euros. El año pasado sí pudo Alemania vetar el asalto a la empresa de semiconductores Aixon.
Lea también: China, en pleno proceso de compra de Alemania
La reacción proteccionista 'light' de Berlín ha encontrado un aliado en Emmanuel Macron. El nuevo presidente francés, considerado por sus rivales de izquierda un 'ultraliberal' sin sentimientos, se ha revelado como un defensor del Estado, capaz de nacionalizar empresas para 'salvarlas' de las garras extranjeras, ya sean chinas o incluso italianas, como ocurrió con los astilleros de Saint-Nazaire.
Macron, que quiere encabezar el 'renacimiento' europeo y ser el portador del escudo comercial antichino, fue consejero económico y ministro de Finanzas del Gobierno socialista de François Hollande, quien no tuvo reparo alguno en vender los aeropuertos de Toulouse y Lyon al capital chino, además de poner en manos de Pekín el emblemático pero ruinoso Club Med, y una parte de otra joya nacional, la automovilística PSA (Peugeot y Citroën, entre otras marcas).
Globalización 2.0: #China conquistará el mundo con sus inversiones https://t.co/XJyguXQfZX pic.twitter.com/AjCHGiNOsg
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 12 мая 2017 г.
Grecia y el amante chino
Las economías más débiles de la UE siguieron esos cánticos y encontraron en China el socio ideal que venía con 'cash' para hacerse cargo de una parte de la industria local en dificultades. Antes vender que cerrar. Ahora, Grecia y, en menor medida, Portugal se sienten acusados de poner los cuernos a sus vecinos con el amante pequinés.
Atenas sigue cumpliendo con el duro plan de ajuste que le exige Bruselas, pero ninguno de sus socios-acreedores estuvo tan interesado como China por hacerse con el puerto de El Pireo.
Cinco ambiciosos proyectos de #China que 'sacudirán' la economía global https://t.co/KMZlRDOUSj pic.twitter.com/jObMHk5vE8
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 23 мая 2017 г.
¿Quién puede pretender ahora que países como la República Checa y sus vecinos de Europa Central renuncien al capital chino que ha llegado a su territorio, a falta de inversión europea?
Lea más: Avance de China, desastre para Occidente
Que la UE quiera ahora poner fin al 'ingenuo-liberalismo' es comprensible, pero como en tantos otros campos, cada país adoptará la actitud que le favorezca individualmente. La Unión Europea es una potencia comercial, pero 27 países son 27 excepciones al ideal de la regla común cuando se trata de comerciar. Al menos, por el momento.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK