Y aunque ya quedó al descubierto que se ha vinculado el atentado en la gran Manzana que derribó las torres gemelas, con Arabia Saudí, allí sigue EEUU, diciendo que mantiene sus tropas en Afganistán. La interrogante que surge es por qué Washington insiste en supuestamente querer combatir a unos terroristas que nunca los atacaron.
En este sentido el analista internacional Juan Aguilar señala que "nos encontramos con que (Donald) Trump está metido en una guerra que sabe que no puede llevar a muchas rentabilidades, pero que intentará salir de allí con un resultado honorable y duradero digno del sacrificio de las vidas y el dinero que ha costado".
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Pero, ¿son los terroristas el motivo? Parece que al inquilino de la Casa Blanca se le olvidó decir lo de la lucha por los recursos energéticos en la región, que es lo que funda toda esta guerra en Afganistán.
Aguilar explica que "el origen del conflicto actual en Afganistán viene desde la época de (el expresidente de EEUU, Ronald) Reagan, cuando arma, abriendo un grifo de dinero bestial, a las guerrillas yihadistas que luchaban contra el régimen socialista de Kabul apoyado por la Unión Soviética".
"Cuando llega el colapso de la Unión Soviética hay toda una serie de repúblicas de Asia Central que de alguna forma quedan libres para decidir su política exterior, y con una fuente de recursos (energéticos) tremenda, aproximadamente más del 15% de petróleo y más del 40% del gas natural. Empiezan a ser una presa muy codiciada fundamentalmente por los grandes consorcios petroleros norteamericanos".
"A partir de ahí, lo que antes era el apoyo a una guerrilla, en el cual se había utilizado el tráfico de drogas en la zona, — igual que se hizo en Indochina en la época de (la guerra de) Vietnam y antes —, empiezan a surgir otros intereses ocultos y muy importantes. Porque la cuestión era cómo dar salida a todas esas fuentes de recursos energéticos del Asia Central, en la cual las grandes empresas norteamericanas estaban invirtiendo ingentes cantidades de dinero en la zona", explica el analista.
Para trasportar esos recursos energéticos hacia Europa o EEUU, había una posibilidad, apunta Aguilar, "que era a través de Rusia o Irán, algo que la Administración norteamericana no podía consentir porque eran competidores geopolíticos. Entonces sólo quedaba una posibilidad, y era el corredor afgano, que pasaba hacia Pakistán, para salir por los puertos del océano Índico".
"Eso llevó a iniciar unas relaciones, a veces buenas, a veces más tirantes, con el régimen talibán, donde estuvieron implicados altos funcionarios de la Administración Reagan, y después de la de (George) Bush padre, y de la de (Bill) Clinton, y de la de (George) Bush hijo, hasta que ocurrió el hecho del 11 de septiembre de 2001. Se había creado incluso una empresa mixta para llevar adelante el desarrollo de los oleoductos en Afganistán con el Gobierno de los talibanes en Kabul", observa el experto.
Nos situamos en el presente de esta situación: la construcción del gasoducto Transafgano, que fue iniciada en 2015 y que a principios de marzo de este año arrancó el tramo pakistaní de la tubería. Un hecho que da continuidad al proyecto que conectará a cuatro países de Asia central y del sur en 2020. El ministro de Petróleo y Recursos Naturales de Pakistán, Shahid Khaqan Abbasi, calificó el evento como un momento histórico.
El proyecto comenzó a ser negociado hace 22 años y proveerá de gas de Turkmenistán a la India, pasando por territorio de Afganistán y Pakistán. Por ello ha sido denominado gasoducto TAPI, por las iniciales de los países participantes.
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Pakistán espera recibir 1.300 millones de metros cúbicos de gas diario a través de esta tubería. Solo en este país asiático el canal de gas se extenderá por 800 kilómetros. Se conectará con los 200 kilómetros que se encuentran en construcción de Turkmenistán y los 735 kilómetros iniciados la semana pasada en Afganistán para completar los 1.735 kilómetros de tubería.
Juan Aguilar habla sobre la segunda línea, que es transversal.
"Es la que viene y va de Oriente, de China, hasta el Oriente Medio y el Mediterráneo, y que pasa por el norte de la India, o por Asia Central, pasa por Pakistán, llega a Irán; y la otra rama que sube por Rusia para llegar de Irán hasta Siria y Turquía, y entrar en el sur de Europa, y la otra hacia el Este de Europa".
"Y claro, esas dos líneas se entrecruzan (la norte-sur, y la que viene y va de Oriente), y queda una, o queda la otra, es decir, las dos no van a quedar. Van a competir en el mismo terreno, y eso crea una zona de fractura geopolítica, y es donde aparecen los conflictos", concluye Juan Aguilar.
Entonces, ¿para qué conflictos deja las tropas Trump en Afganistán? ¿Para combatir a los terroristas, o para impedir el paso de la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China?