"En América Latina y el Caribe hemos tenido un ciclo de buenos progresos en la década entre 2002 y 2012. Ahí la región tuvo un descenso en la cantidad de niños que trabajaban muy importante. Ahora nos situamos en 12,5 millones. Si se compara con el resto del mundo, o regiones como Asia y África, tenemos una tasa comparativamente baja", indicó la experta.
#IniciativaRegional, 27 países de ALC comprometidos contra el #TrabajoInfantil
— Red LACTI (@SinTrabinfantil) 12 de junio de 2017
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Sin embargo, estos avances peligran ante las políticas de ajuste y recorte del gasto público. Olave dijo que en el actual contexto económico de "recesión y contracción", los Gobiernos restringen los fondos destinados a la protección social. Esto puede provocar "un retroceso" y empujar a más niños al mercado de trabajo.
"Estas medidas de protección social que hemos tenido en los últimos años, que han sido tan positivas, pueden empezar a tener menor presupuesto y hacer que las familias vuelvan a caer en una situación de pobreza y por ende recurran al trabajo infantil. Entonces la región vive un momento delicado y ese progreso que hemos podido tener está en riesgo", aseveró la funcionaria.
El trabajo infantil se define, según la OIT, como "todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico". Es importante resaltar que no todas las actividades económicas que realizan los niños entran en esta categoría.
"Se habla de actividades económicas realizadas por personas que tienen menos de la edad permitida para trabajar en un país; que están trabajando con actividades consideradas peligrosas de acuerdo con la legislación de ese país; o son personas víctimas de algunas formas que se consideran delitos", dijo Olave a Sputnik.
Dentro de este último grupo, se encuentran crudas realidades como la trata, la explotación económica o sexual, la pornografía infantil, la participación en conflictos armados, o el tráfico y la producción de drogas.
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"En un principio, la mayoría de los niños combina esa actividad de trabajo infantil con la asistencia a la escuela. Lo que ocurre es que, a medida que van creciendo y adquieren más fuerza de trabajo, le empiezan a dedicar más horas al empleo y menos a la escuela y esto impacta en la asistencia, en el logro del aprendizaje, en el desempeño escolar. Esto hace que tengan una frustración que termina por sacarlos de la escuela. Es un proceso progresivo que se va agravando con el tiempo", resaltó Olave.
En la región existe concentración mayor del trabajo infantil en la agricultura, pesca o cría de ganado, que ocupa a un 48% de los menores, frente a un 60% global. Un 75% de los niños afectados por este fenómeno están ocupados en alguna actividad peligrosa. Además de la ganadería, entran en esta categoría la minería o la construcción. El 90% está en el mercado informal, lo que vulnera aún más su situación.
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En total, un 68% de los menores que trabajan lo hacen en el ámbito familiar, por lo que no reciben una remuneración. Delicada es la situación de las niñas y adolescentes mujeres dentro de este grupo, ya que están invisibilizadas. Generalmente están ocupadas en cuidados o tareas domésticas. Al no producir ningún bien o servicio, esto no se puede ver claramente en las estadísticas.
"Esto tiene que ver con qué capacidad tenemos de proveer sistemas de cuidado, porque las niñas sustituyen el cuidado de personas en el hogar para que los adultos salgan al mercado de trabajo y eso todavía es bastante invisible", indicó Olave.