"Lo que más quiero es dejarle un mensaje a mi hijo, a mi familia, a mis amigos de que tienes que ponerte metas altas en la vida", dijo a Sputnik este montañista de 36 años que ya ha roto récords de velocidad en el Kilimanjaro (5.895 m), en África, y en el Aconcagua (6.962 m), Argentina.
Esa carrera inicial le dejó "una primera impresión valiosísima" que le sirvió para entender lo que debía mejorar, especialmente el manejo de los bastones porque "nosotros no estamos acostumbrados a bastonear en velocidad".
Regresó a Ecuador a entrenarse en montañas como el Iliniza Norte, el Pichincha y el Tungurahua, sobre todo para mejorar la técnica del bastoneo, que le sirvió para superar a sus competidores.
"En la carrera me sentí increíblemente bien, estaba un poco preocupado porque habían muerto cuatro o cinco personas días antes de la carrera, y siempre una persona fallecida en la montaña te hace pensar dos veces las cosas", cuenta el andinista.
Pero en realidad la principal dificultad a enfrentar fue el clima porque "algo que tiene el Elbrús que no tiene ninguna montaña del Ecuador es el frío, una cosa es sentir un frío como en el Chimborazo (6.268 m) que un mal día tendrá unos 18 grados bajo cero, mientras que en el Elbrús en un buen día tienes 30 grados bajo cero".
Para ganar la competencia debía subir ligero, solamente usó tres suéteres de poliéster, "que no es nada incluso porque incluso el sudor se va congelando cuando llegas" y dentro de ellos tenía los alimentos que consumió durante la carrera.
"Ni bien partí estuve liderando y los demás se tuvieron que adaptar a mi ritmo, como que sentían que yo era la persona a vencer, entonces mantuve ese tema psicológico porque el año anterior yo era el que se adaptó a Vilish Hel, porque era la persona a ganar, entonces yo iba atrás de él, caminaba detrás de sus huellas, pero este año me olvidé de eso y salí como loco", agrega Egloff.
"La emoción es hermosa, te salen lágrimas, piensas en el país, en la gente que te sigue, pero cuando llegué a la cima ya no tenía piernas, te concentras tanto en ese túnel, que sales del túnel y se acaba", anota el deportista.
En su aprendizaje como corredor de velocidad de altura, Egloff ha descubierto que el secreto es "equilibrar", es decir, "saber en qué momento del año es cuando mejor puedo correr y menor riesgo tengo de caer, eso es lo más importante".
"No lees en un libro lo que yo hago, entonces hay que ir a aprender a la brava, es mi mundo y me encantaría escribir un libro de esto, algún día me encantaría", reconoce el andinista de origen suizo que se inició en este deporte por casualidad, por motivación de sus amigos de montaña.
Cree que la escalada rápida del Aconcagua fue el "despegue" de su trayectoria porque a partir de allí empezó a ganar protagonismo en este deporte, por ejemplo, hasta ese momento "tenía como 1.000 seguidores en Facebook y esa tarde subió a 9.000 y era la primera vez que los medios de comunicación me llamaban".
Luego vinieron los auspicios, que Elbrús permiten tener más libertad para plantearse nuevas metas porque ahora decide qué puede hacer y qué quiere hacer, con el apoyo además de su esposa y su pequeño hijo.
Aunque por el ahora está en casa descansando, ya alista su nuevo programa de entrenamiento, que seguramente empezará en el Chimborazo (centro).
Su siguiente plan es concluir con los récords de velocidad en cada una de las Seven Summits, como se conoce a las montañas más altas de cada continente (incluida Antártida y dos de América).
En 2018 le espera el Denali, ubicado en la cordillera de Alaska en Estados Unidos, para después concluir con los picos de Oceanía y Antártida y finalizar, "máximo en cuatro años", en el Everst, la montaña más alta del mundo.
"El Everest es una cosa superdura, cosa de mayores, pero pienso que estamos yendo en el camino correcto, siento que estamos haciendo las cosas bien", añade el ecuatoriano.