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Merkel se quita el antifaz por culpa de Trump

© REUTERS / Philippe WojazerCanciller de Alemania, Angela Merkel, y presidente de EEUU, Donald Trump
Canciller de Alemania, Angela Merkel, y presidente de EEUU, Donald Trump - Sputnik Mundo
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La gira de Donald Trump por Europa ha dado mucho juego mediático. Quizás demasiado. Y no precisamente porque haya concluido con la firma de acuerdos relevantes del G7 o de la Alianza Atlántica sino porque ha puesto a cada uno en su lugar. Especialmente a la Alemania de Angela Merkel.

"Los tiempos en los que podíamos confiar en los demás se han terminado. Eso lo he vivido los últimos días. Por eso digo: nosotros los europeos tenemos que tomar nuestro futuro en nuestras propias manos. Naturalmente que esto se hace manteniendo una relación de amistad con Estados Unidos de América y el Reino Unido y como buenos vecinos, siempre que sea posible, con otros países, incluida Rusia. Pero debemos saber que debemos luchar solos por nuestro futuro, por nuestro destino como europeos".

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La canciller federal pronunció este párrafo poco después de que Trump partiera rumbo hacia Washington. Fue durante un mitin electoral celebrado en Múnich que organizó el partido de Baviera hermano de su organización democristiana, reuniendo a unas 2.500 personas.

Aunque el ambiente era festivo y corría la cerveza en jarras, el tono de Merkel no sólo era de firmeza, sino incluso de enfado.

Merkel ya no se fía ni de Washington ni de Londres. El Brexit ha significado un cambio radical de perspectiva, un punto de inflexión que ha terminado por anclarse con la llegada del histriónico multimillonario a la cúpula del poder estadounidense.

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Algunos periodistas europeos no dudan en calificar el breve discurso de la canciller como una "bomba de alto tonelaje con la que prácticamente certificaba la muerte en vida de las relaciones transatlánticas". Ese análisis no es incorrecto ni precipitado.

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"El G7 ha dejado de existir"
El caso es inaudito porque su protagonista siempre había hecho gala de una moderación y contención exquisitas. Siempre demostró, a la hora de encajar golpes o críticas, que tiene la piel dura como la de un elefante. Hasta ahora.

¿Qué implicaciones subyacen de todo esto? Merkel ha comprobado "los últimos días" —en Sicilia principalmente durante la cumbre del G7— el giro copernicano y aparentemente irreversible que ha tomado la Casa Blanca. Para Berlín el problema es tan serio y acuciante que ya no tiene sentido ocultarlo e incluso conviene airearlo, máxime cuando en unos meses se celebrarán elecciones legislativas, y Merkel se juega su cuarto mandato como gran favorita frente a los socialdemócratas..

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Por otra parte, las pequeñas fisuras que se apreciaban en el vetusto edificio de la OTAN se han convertido en grandes grietas que amenazan con socavar la integridad del inmueble. La quiebra parece sólo cuestión de tiempo. El factor Trump y la extemporánea salida del Reino Unido de la Unión Europea —dos ingredientes de un cóctel indigesto para los funcionarios comunitarios— van camino de conseguir lo que no logró la Unión Soviética en 40 años de Guerra Fría.

Otra consecuencia directa es la constatación de que Estados Unidos está perdiendo su liderazgo e influencia a marchas forzadas en el Viejo Continente gracias a su afán proteccionista.

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Finalmente, la alocución de Merkel implica una ambiciosa oferta de compromiso lanzada al resto de naciones europeas con el objetivo de sacar entre todas juntas al continente de la irrelevancia, la apatía y la disensión actuales. El primer destinatario del mensaje era, sin duda alguna, el nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron.

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"Macron, ¿nuevo ministro de Angela Merkel?"
La antipatía Merkel-Trump es recíproca. Con su habitual rudeza, arrogancia, vulgaridad e ignorancia, el líder norteamericano se despachó a gusto contra Alemania nada menos que ante el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, entre otros líderes europeos que le recibieron sonrientes en la capital belga. También aquél se puso en su lugar.

"Los alemanes son malos, muy malos. Mira los millones de coches que venden en Estados Unidos. Terrible. Vamos a parar eso", les dijo a los sorprendidos dirigentes europeos. Ese comentario franco y políticamente incorrecto se hizo público gracias a una filtración periodística que difundió la revista alemana Der Spiegel, y levantó una nueva tormenta política entre las dos orillas del Atlántico. Escándalo que el propio jefe de Estado estadounidense se encargó de remachar en su muy activa cuenta de Twitter.

Los asesores del inquilino de la Casa Blanca tuvieron que suavizar sus declaraciones realizadas sin pelos en la lengua, cuando subrayaron que su jefe se había referido al comercio exterior alemán, y no al pueblo de Alemania. Lo que no pudieron matizar sus ayudantes fue que Trump había amenazado directamente a la industria automovilística alemana, pilar de la economía de ese país.

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Lo cierto es que tres grandes marcas de coches germanos fabrican modelos en factorías asentadas en el territorio de EEUU. El grupo BMW, por ejemplo, construye al año cientos de miles de unidades SUVs o todoterrenos ligeros, la mayoría de ellos destinados al mercado de la exportación. La marca bávara tiene una planta en el condado de Spartanburg, en el estado de Carolina del Sur, donde da empleo directo a miles de personas. Mercedes hace lo mismo que su competidor directo, pues posee una cadena de montaje a las afueras de la localidad de Tuscaloosa, en el estado de Alabama, donde produce SUVs de lujo y semilujo, un segmento de la industria del automóvil muy potente no sólo en EEUU sino en toda América. Finalmente, Volkswagen también mantiene una planta en Tennessee, concretamente en Chattanooga. Si la Administración Trump estrangulara a esas empresas, estaría condenado al desempleo a miles de compatriotas.

No existe química alguna entre Merkel y Trump. Ya se vio clara esa tensión en la visita de ella a Washington en marzo pasado, cuando él evitó estrecharle la mano en el Despacho Oval y ella le miraba con incredulidad ante tamaña descortesía. Más que un signo fue una declaración de principios.

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Trump ha demostrado que su agenda interna es prioritaria y por eso su primer periplo internacional ha sido un fiasco, aunque él insista en difundir lo contrario. Se resistió a sumarse a los esfuerzos globales para combatir el cambio climático, discrepó con los europeos en cuestiones de asilo y refugio, rehusó respaldar la defensa colectiva en el marco de la OTAN e insultó a los alemanes a propósito de su superávit comercial. Pocos podrán superar esa marca…


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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