"LIGO es capaz de detectar movimientos en los espejos [provocados por las ondas gravitacionales] a una distancia correspondiente a una mil millonésima parte de un nanómetro. Su precisión para llevar a cabo este trabajo está limitada no porque el instrumento no sea perfecto, sino por [utilizar] las leyes fundamentales de la naturaleza [para llevar a cabo su trabajo] (…). Este límite puede ser salvado si se aplica la paradoja que Einstein y sus colegas formularon en 1935 para demostrar lo absurdo que resulta la mecánica cuántica [la disciplina que estudia el comportamiento de la materia a escala microscópica]", explica Raffaele Flaminio, investigador en la Universidad de Tokio.
Por ella los científicos pueden medir con precisión únicamente o el primer estado de estas partículas o el segundo, pero no ambos a la vez, lo que restringe los resultados.
La paradoja que Einstein y sus colegas formularon, conocida como 'Paradoja EPR' —y que debe su nombre a sus creadores, Einstein, Podolsky y Rosen-, propone que es posible conocer ambos estados —la velocidad de las partículas y dónde se encuentran— simplemente 'queriendo' medir su posición, lo que 'fijaría' la partícula en el espacio
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En otras palabras, que el simple 'intento' de medir dónde está la partícula fuese suficiente para fijarla y, así, pedir su velocidad y su situación.
Serguéi Viatchanin, físico de la Universidad Estatal de Moscú y uno de los participantes en el estudio, explicó a Sputnik que el detector de ondas gravitatorias LIGO ya hace mucho que llegó al máximo de su precisión y que ahora los físicos están intentando superar ese límite aplicando esta teoría a la forma en la que LIGO funciona.
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"Las ideas de Einstein —sean o no correctas— siguen influyendo mucho en la física y en la astronomía", concluye Flaminio.