"Es raro encontrar un alimento sin ningún trazo químico. La conducta extractivista de los grandes productores del agronegocio que utilizan herbicidas, pesticidas y fertilizantes no solo agota la tierra, sino también provoca la contaminación de todos los recursos hídricos y afectan a las comunidades y a los productores vecinos", observó Jaume a Sputnik.
El año pasado, el uruguayo intentó producir maíz orgánico, pero a pesar de toda la inversión que hizo, sus granos no obtuvieron la certificación necesaria porque las pruebas encontraron trazos químicos. "Ya no se puede producir alimentos sanos, ni que hablar orgánicos", aseveró y alertó de la posibilidad de que los pocos terrenos e iniciativas para sembrar de forma sana desaparezcan.
"En el caso del maíz, como se trata de un alimento de polinización abierta, es posible que una abejita que haya visitado una plantación en la que se utiliza algún producto artificial pueda haber contaminado la mía. Tuvimos muchas pérdidas", lamentó.
"Existe una relación con las llamadas enfermedades modernas. No es casual que Uruguay sea uno de los 10 países del mundo con mayor incidencia de cáncer. Entre 2010 y 2011 nuestro país aumentó en 10 veces la importación de agrotóxicos", afirmó.
Respecto a los transgénicos, Jaume se encuentra en plena batalla en el departamento de Canelones, donde reside y mantiene su quinta. Allí se creó la Comisión por un Canelones Libre de Soja Transgénica y Defensa del Agua, que logró 12.500 firmas para prohibir dicho alimento genéticamente modificado. Sin embargo, el productor consideró que la clave está en concientizar a los consumidores para incidir en un cambio político.
"Cuando los consumidores se den cuenta de lo que pasa, que hasta la leche está contaminada debido a ese problema político, se podrá lograr algún cambio. Pero en Uruguay todavía estamos lejos porque ni siquiera hemos logrado exigir que los productos comercializados contengan la etiqueta de transgénico que le otorga al consumidor la opción de elegir consumirlo o no", resaltó.
Un informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) de Argentina difundido en la prensa reveló que un 63% de las frutas y hortalizas comercializadas en el país contienen algún trazo químico. La incidencia en el caso de las peras, por ejemplo, llega al 98%. Ante la repercusión del estudio, el organismo aseguró, en un comunicado, que dichas tasas "no representan un riesgo para la salud del consumidor".