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La Gran Guerra Patria perpetuada en el séptimo arte

© Sputnik / Georgiy Zelma / Acceder al contenido multimediaEl combatiente soviético agarra la bandera en Stalingrado 09.01.1943
El combatiente soviético agarra la bandera en Stalingrado 09.01.1943 - Sputnik Mundo
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La Segunda Guerra Mundial, conocida en la historiografía rusa como Gran Guerra Patria, marcó fuertemente al pueblo del país eslavo. Este período de la historia fue ampliamente abordado por cineastas, con perspectivas que han evolucionado a lo largo de los últimos 70 años.

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La Gran Guerra Patria es el hecho más importante de la historia del siglo XX para quienes conformaban la Unión Soviética. Durante la ocupación nazi en este país, cerca de 27 millones de personas murieron, de los cuales alrededor de 20 millones eran civiles.

El crucial rol de las tropas soviéticas en la liberación de Europa quedó simbolizado en la rendición de Alemania ante los oficiales del Ejército Rojo en Berlín, el 8 de mayo de 1945 a las 22.43 hora local (9 de mayo a las 00.43 horas de Moscú).

El cine no permaneció al margen de la contienda. Antes, durante y después de la Gran Guerra Patria los realizadores rusos plasmaron en celuloide distintas perspectivas sobre un hecho trascendental que protagonizaron de primera mano. Sputnik habló con el crítico cinematográfico Guillermo Zapiola, programador de la Cinemateca Uruguaya, para indagar acerca del tema.

El prólogo: Alejandro Nevski

En las etapas previas al estallido de la guerra y a lo largo de la misma, "las diversas industrias utilizaron el cine como una herramienta más en su lucha propagandística o de difusión de ideas", explicó el crítico. En el caso ruso, el "prólogo" a la representación cinematográfica de las hostilidades se da en 1938, cuando el consagrado realizador Sergei Eisenstein estrenó su primera película sonora, 'Alejandro Nevski', que cuenta la victoria de los eslavos en la batalla que libró la Rus de Kiev, encabezada por el príncipe Nevski, contra las tropas teutónicas del Sacro Imperio Romano que invadían su territorio en el siglo XIII.

"No es difícil leer en clave ese enfrentamiento medieval entre rusos y teutónicos —germanos, alemanes de la Edad Media-, evocado por una película con una expresión simbólica de las tensiones existentes entre los gobiernos de [Iósif] Stalin y [Adolfo] Hitler en ese momento. Uno podría decir que Alejandro Nevski y la derrota de los caballeros teutónicos, en la estupenda escena de la batalla final de la película, de algún modo es una metáfora o un anticipo de lo que va a ocurrir después", comentó Zapiola.

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En 1941 la URSS entra en la guerra, luego del comienzo de la Operación Barbarroja, la invasión alemana. En este momento predominó el trabajo de los documentalistas, que registraron los momentos clave del conflicto y "filmaron una cantidad increíble de material en bruto" que luego se transformaría en noticieros y documentales para "exaltar la causa propia".

Los documentalistas soviéticos ya habían adquirido experiencia bélica al prestar servicio en la Guerra Civil española. En una causa mucho más cercana, dejaron para la posteridad algunas de las imágenes más impactantes de la Gran Guerra Patria. De este grupo, Román Karmen es "un nombre que hay que poner entre los primeros de la lista", según Zapiola.

Luego de 1945, el cine soviético aborda el período histórico a través de producciones ficcionadas y con narrativas más convencionales.

"Durante y enseguida después de la guerra, en todos los países de un modo u otro hay un primer período de propaganda y exaltación. Se trata de animar al pueblo propio a participar de una lucha contra un enemigo combativo y feroz. Ahí no hay matices y no se pueden esperar análisis políticos profundos ni reflexiones históricas de gran alcance. 'Nosotros somos los buenos, ellos son los malos': el tono es épico y combativo", describió el programador de la Cinemateca Uruguaya.

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En la URSS de esa etapa "quizás el ejemplo máximo arquetípico e icónico sea 'La Caída de Berlín'" (1949) del cineasta georgiano Mikhail Chaureli. El largometraje es "un gran fresco épico" con miles de extras y asombrosos recursos de producción "para contar la invasión alemana, el contraataque y finalmente la caída de Berlín".

La película, que tiene una subtrama de romance entre una maestra y un soldado, termina con un abrazo de los dos protagonistas con Stalin en Berlín. La cinta es "icónica y representativa de cómo el cine soviético contaba ese período de la historia casi en el momento mismo en que ocurría", con la visión de una guerra "brutal y salvaje donde se combate a un enemigo igualmente brutal y salvaje".

El deshielo y el renacimiento del cine soviético

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Un punto de quiebre es el período entre la muerte de Stalin (1953) y el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS (1956) en el que el entonces secretario general Nikita Jrushchov criticó en un discurso algunas cuestiones del mandato del líder ruso durante la Gran Guerra Patria.

A partir de este momento, para Zapiola, hay una flexibilización de los cánones. Los realizadores se alejan un poco de un lenguaje cinematográfico "tradicional, académico y sin búsquedas formales" y se atreven a experimentar con movimientos de cámara y recursos de montaje, y a dar un tratamiento "más lírico" a sus tramas.

"Los temas empiezan a volverse más complejos, incluso cuando tratan la Segunda Guerra Mundial. Varias películas de los años 50 llamaron la atención del público internacional y ganaron premios en festivales. Se habló de un cierto renacimiento del cine soviético durante esta época de 'deshielo'", dijo Zapiola.

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Uno de los exponentes de esta época es el director Grigori Chujrái, quien fue paracaidista durante la contienda bélica que luego plasmó en su filmografía. Con 'La balada del soldado' (1959), el director acerca un romance de un combatiente con una chica de su pueblo, centrada "más en los sentimientos de los personajes que en el gran cuadro épico, popular y colectivo".

En 'Cielo despejado' (1961), Chujrái presenta "quizás la película más representativa del período del deshielo", que aborda la historia de un piloto de combate que sobrevive la guerra. Al volver a su país, el solo hecho de estar con vida levanta en su entorno las sospechas de traición y colaboracionismo con los nazis. Esta trama propone al espectador personajes con "un retrato más complejo que el héroe puro" anteriormente mostrado en el cine soviético.

Más información: Historia de la Gran Guerra Patria 

Mijail Kalatozov se llevó la Palma de Oro en Cannes con su obra maestra 'Cuando pasan las grullas' (1957). El cineasta de origen georgiano plantea "una liberación formal por un lado: la cámara se mueve más, hay una búsqueda de lenguaje más rica con variación de ángulos y de tomas y la edición es más fluida". Pero por otro lado dibuja "un retrato de la sociedad soviética que es menos monolíticamente heroico" que en el cine de los años 40. Su mirada, para Zapiola, es "más rica": "no hay un personajes de una sola pieza sino que tienen sus luces y sus sombras".

"La película termina mientras pasa la cigüeña justamente, con la protagonista esperando a su novio en la estación del ferrocarril. Ella lleva un ramo de flores. Llegan los soldados del frente, con la guerra terminada y recibe la noticia de que ha muerto aquel a quien espera. La muchacha reparte las flores de su ramo entre los que han vuelto. Es decir, hay una salida de la mera historia individual a un reconocimiento del heroísmo colectivo a través de un tratamiento más lírico, más poético",  puntualizó.

En esta época descolla también el cineasta Sergei Bondarchuk, "otro de los nombres importantes del cine soviético". Con 'Destino de un hombre' (1959), el ucraniano aborda la reinserción en la sociedad de un personaje que quedó atrapado "en medio de las fuerzas destructivas de una guerra monstruosa", que lo llevó por campos de concentración. En su momento significó "un considerable impacto dramático".

En el terreno documental, Mijail Romm estrenó 'El fascismo corriente' (1968), un largometraje "muy bien armado" que no se centró en la guerra en sí, sino "el nazismo, su crecimiento y alguna de las tendencias que explican por qué pasó lo que pasó en Alemania", ilustrado con impactantes imágenes de archivo de la invasión de la URSS.

Pero quizás el director que más abordó la contienda en su filmografía fue Yuri Ozerov, quien "dedicó su vida como cineasta a las grandes batallas", especialmente las de Moscú y Stalingrado. Su saga 'Liberación' (1970), que consta de cuatro partes, inicia con la Operación Barbarroja y termina con la llegada a Berlín.

La guerra desde diferentes perspectivas: los jóvenes y los niños

El abordaje de la guerra en los 60 no estuvo exento de polémicas. En 1965 Marlén Jutsiev estrenó 'Tengo 20 años', una ficción cuyo personaje es un niño nacido hacia el final de la contienda y cuyo padre cayó en combate. El joven busca recuperar la imagen de su progenitor en sus recuerdos y, como no vivió la guerra, "no termina de entender del todo" lo que sucedió.

"Trata de imaginarla a través de ese padre, del cual solo tiene un recuerdo borroso. Cerca del final, en una escena onírica enfrenta al papá y le pregunta por qué no está con él. La relación o el recuerdo del tema, [la guerra], se ha vuelto bastante más dramático. Es una película que causó algunas tensiones en la URSS, al punto que a Jutsiev le pidieron que cambiara el final y la película en su visión definitiva termina en un encuentro imaginario del hijo con su padre, quien le dice 'Te lego la patria'", comentó Zapiola. En 1989, la cinta fue reestrenada en su versión original.

El célebre Andrei Tarkovski hace su exordio con 'La infancia de Iván' en 1962, un largometraje centrado en la guerra a través de los ojos de un niño "que tiene que madurar de apuro", luego de que matan a todo su entorno durante la invasión. El pequeño "se tiene que convertir en un adulto y en un combatiente".

También es un niño el personaje de 'Ven y mira' (1985), de Elem Klimov, "una de las grandes películas antibélicas que produjo la URSS". En una masacre generalizada en Bielorrusia llevada adelante por los nazis, "un niño tiene que madurar en medio de un casi infierno" y sumarse a los cuerpos partisanos. En los conflictos que genera esta situación, la cinta presenta "un contenido humanista", especialmente en la sucesión de imágenes finales.

"Termina con el soldado disparando con una ametralladora contra una serie de imágenes de Adolfo Hitler, que se va rejuveneciendo en cada uno de los planos. Las balas de la ametralladora perforan la pantalla y tenemos un Hitler cada vez más joven, hasta que en un momento se transforma en niño. En ese momento el soldado deja de disparar. Contra un niño no se dispara, aunque sea Adolfo Hitler. La película tiene una cara dramática más allá de las atrocidades que hayamos visto en lo anterior, como una reivindicación humanista", explicó Zapiola.

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