Según Galen Gisler, uno de los investigadores, los asteroides no se destacan por ser creadores de olas. Por el contrario, la mayoría de la energía del impacto (cerca del 80%) se perdería en la vaporización del agua y la formación de un cráter. La energía restante se gastaría en lanzar líquido a la atmósfera, responsable de cambios en el clima.
Finalmente, solo un 1% de la energía cinética del impacto sería usada para producir olas. Incluso, si esas formaciones de agua alcanzaran grandes tamaños, desaparecerían rápidamente.
El impacto de un asteroide a menos de 100 kilómetros de la costa puede ser peligroso para las poblaciones costeras, pero más allá de esta distancia no representa mayor riesgo.
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El científico estudió asteroides con un tamaño de hasta 500 metros de diámetro y descubrió que aquellos con un diámetro de 140 metros son, potencialmente, los más peligrosos.