Pero, ¿cómo comenzó la historia de esta entidad? En 1749, unos científicos rusos descubrieron una roca de origen desconocido en las afueras de Krasnoyarsk, en Siberia. Más de dos décadas más tarde, se le mostró el hallazgo al investigador alemán Peter Simon Pallas, de la Academia de Ciencias de San Petersburgo, quien dispuso que enviaran la roca a la capital. Después de una examinación, el hallazgo se identificó claramente como un meteorito.
En total, el Geohi cuenta con más de 25.000 fragmentos de 1.600 meteoritos de todo el territorio del país y del mundo, además de varias muestras de suelo lunar recolectadas por las sondas soviéticas Luna-16, Luna-20 y Luna-24.
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Asimismo, cualquiera persona tiene la oportunidad de llevar a un posible meteorito para que sea analizado. Los investigadores del instituto toman un 20% de la muestra y luego la examinan a través de un microscopio de luz polarizada, así como a través una microsonda electrónica. En caso de que realmente sea un meteorito —y no una roca terrestre— lo incluyen en un catálogo internacional de meteoritos.
No obstante, la composición mineral de un meteorito suele cambiar con el paso del tiempo. De este modo, solo tiene una 'esperanza de vida' de unos 500 años. Sin embargo, algunas piezas —como el ataxita de Drone— tienen que ser guardadas en soluciones especiales debido a su rápida desintegración.
Según los expertos del instituto, el análisis químico y mineralógico de los meteoritos puede proporcionar más información acerca de las primeras decenas de millones de años de la historia del sistema solar, así como de la formación de los planetas a partir de las nubes de gas y polvo. Por ejemplo, el meteorito Efrémovka, caracterizado por las inclusiones ricas en calcio y aluminio, puede servir de ejemplo del material más antiguo del sistema solar.