El problema es a dónde va a parar todo ese plástico cuando ya no se utiliza, dado que se trata de un material que, en su gran mayoría, no se degrada. Basta recordar que las bolsas de plástico pueden durar hasta 300 años y, las botellas, más de mil.
En Big Bang, hablamos sobre este tema con el biólogo uruguayo Emanuel Machín, quien el año pasado fue uno de los organizadores del primer simposio sobre la problemática de los residuos plásticos en los ecosistemas acuáticos de Uruguay y la región.
"El gran secreto de los plásticos es que se empiezan a romper. Si no proviene de fuentes verdes, no se degrada y queda cada vez más chico: son microplásticos. Y estos microplásticos son hidrofóbicos, rechazan el agua. Y por otro lado, hay sustancias químicas tóxicas, los contaminantes orgánicos persistentes, como insecticidas o detergentes, que se vierten a los cauces de agua. Estos contaminantes orgánicos persistentes se juntan con los microplásticos y terminan siendo una bomba molotov para quien lo ingiera", explica el biólogo, quien remarca que, por la cadena alimenticia, "es muy fácil ademas que llegue a nosotros también".