Las diferentes ceremonias inspiradas en antiguos ritos de fertilidad relacionados con los ciclos agrícolas naturales comenzaron desde sábado 18 de marzo y culminaron el martes 21 de marzo, con motivo del arribo de la primavera en el norte del continente americano.
Los sitios con mayor cantidad de visitantes fueron las grandes ciudades antiguas con las imponentes pirámides de Teotihuacan, Cholula, Cacaxtlal y Tula en altiplano del centro del país —con raíces toltecas y teotihuacanas—, y Chichén Itzá, El Tajín, Tulum, Palenque, y Monte Albán en el sur, donde prevalecieron las culturas mayas y oaxaqueñas.
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En la Ciudad de México, la Zona Arqueológica de Cuicuilco (construida 800 años antes de Cristo) recibió a más de 3.000 personas durante los festejos, en tanto que el Templo Mayor de la antigua Tenochtitlán conquistada por los españoles, en el corazón de la capital, tuvo cerca de 3.500 visitantes, destacó Méndez.
"Las edificaciones prehispánicas sirvieron como calendarios observacionales, cada determinado tiempo el movimiento del Sol indicaba que se aproximaba una fecha significativa", contó el especialista para explicar el origen de las actuales evocaciones de esos ritos antiguos.
Actualmente, cuando se piensa en los observatorios astronómicos, la gente imagina enormes cúpulas con telescopios de gran alcance, construidos exclusivamente para el estudio de los cuerpos celestes.
Sin embargo, los expertos advierten que en la época prehispánica, por el contrario, "un observatorio era en muchos casos una especie de oráculo porque los registros del movimiento de los astros eran una forma de expresar la voluntad divina, habría que entenderlos como templos, como lugares de oración y no solo de ciencia".
Templos rituales de observación
Esa civilización alcanzó su esplendor entre los siglos VIII y X, para luego abandonar las grandes ciudades y templos, que se había tragado la selva a la llegada de los españoles, y han sido descubiertas en años recientes sobre todo desde principios del siglo XX a la fecha.
"Casares Contreras explica que esta antigua cultura maya disponían de edificios en forma piramidal y plataformas que, además de utilizarse para realizar actividades políticas o religiosas, servían como marcadores o puntos de referencia que indicaban las salidas y puestas del Sol, así como los movimientos de astros como la Luna y Venus", indicó el portavoz del INAH, al explicar el origen de las celebraciones equinocciales.
La observación del movimiento del Sol y otros astros ha quedado registrado en muros, escalinatas, nichos, caminos e incluso pinturas murales de cientos de edificios prehispánicos se proyectan luces y sombras producidas por el movimiento del Sol, de Venus o la Luna.
"Con esas marcas efímeras esta antigua civilización hizo visible el tiempo e identificó en qué momento sembrar y cosechar", dijo el experto.
"Se trataba de los ejemplares de semilla más fuertes, sanos, aptos, al igual que las víctimas escogidas, con ellos se buscaba la regeneración de la vida y, en este caso, también del maíz", de acuerdo con un estudio de González y González, presidente del Consejo de Arqueología del INAH.
El arqueólogo afirmó que la fiesta de Tlacaxipehualiztli, dedicada a esta deidad, tenía lugar en estas fechas, del 5 al 24 de marzo cada año.
"Los últimos dos días de esos ritos eran los más intensos en cuanto a la realización de los sacrificios humanos y una serie de rituales, que coincidían con el equinoccio de primavera", aseguró.
Su investigación se basa en textos de Diego Durán, (Sevilla, 1537–1588), un historiador y dominico español quien en su libro Calendario Antiguo, dedicó un capítulo a la Tlacaxipehualiztli con su experiencia evangelizadora de las comunidades aborígenes.
"En éstas ceremonias se reactualizaban mitos, entre ellos el de la creación del Quinto Sol, en la cual tanto el dios Quetzalcóatl como Xipe Tótec estaban estrechamente vinculados", explicó el investigador.
Afirmó que "en la cosmovisión mesoamericana, la guerra lejos de ser una actividad destructora o destructiva, contribuía a la renovación de la vida, por paradójico que pueda parecer a la mentalidad occidental, a través de la dotación de sangre se contribuía a alimentar al sol y a la tierra".
Por esa razón, la fiesta dedicada a Xipe Tótec de la cosecha del maíz de temporal, se celebraba dos veces, en octubre-noviembre la primera y las siguientes siembras iniciaban en marzo, cuando se preparaban los campos para esta actividad, puntualizó el investigador.