"Al principio el bólido fue percibido como un pequeño cuerpo celeste templado moviéndose rápidamente por el cielo, en un ángulo no muy grande con respecto al horizonte. El lucero crecía en tamaño y brillo hasta alcanzar el momento crítico de su recorrido; entonces la luz, brillante y cegadora, estalló, volando en pedazos y dejando tras de sí una cola de fuego, mientras se acercaba impetuosamente a la superficie terrestre. En el momento de la caída, el bólido formaba una imagen sorprendente, que muy pocos afortunados han visto en su vida: una bola de fuego surcaba los cielos, formando un enorme arco y lanzando chispas doradas, mientras se deshacía en miles de pedazos. Con un ruido similar al de un duelo de artillería, los restos del meteorito se estrellaron contra la tierra, causando un pequeño temblor".
Con estas palabras recuerda el astrónomo soviético Nikolái Divari la caída del meteorito de Sijoté-Alín a la Tierra. Este cuerpo celeste es uno de los meteoritos más grandes en haber entrado en la atmósfera terrestre y su llegada causó la lluvia de meteoritos más grande de la historia moderna, cubriendo un área de 35 kilómetros cuadrados.
El meteorito, cuya masa total era de 70 toneladas, dejó tras de sí cientos de cráteres de hasta 28 metros de diámetro y profundidad de 6 metros, así como miles de pequeños fragmentos. En total, más de 3.500 fragmentos (27 toneladas) del meteorito fueron recuperados.
El pedazo más grande tiene un peso de 1.745 kilogramos.
Las investigaciones sobre el meteorito empezaron el mismo día de su caída y se prolongaron hasta finales de los años ochenta. El meteorito de Sijoté-Alín es clasificado como metálico, compuesto principalmente por hierro (93%), níquel (5,8%), cobalto (0,42%), fósforo (0,46%) y azufre (0,28%).
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En 1957, para celebrar los 10 años del incidente, se lanzó una serie de sellos soviéticos con la imagen del meteorito de Sijoté-Alín.