Como hitos importantes en la ascensión hacia la fama de Jean-Michel Basquiat cabe señalar su participación en la Bienal del Whitney Museum of American Art (Nueva York, 1983), donde fue el artista más joven allí expuesto, y su presencia en "An International Survey of Recent Painting and Sculpture, exposición que marcó la reapertura en 1984 del Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York, en cuya acera se las había afanado para vender playeras pintadas y tarjetas postales en los inicios de su carrera. Es harto elocuente el simbolismo latente en esta imagen del creador que deja de "hacer la calle" y salta, casi literalmente, de la periferia al centro. Aquí yace, sospecho, la más trascendente de las paradojas de Basquiat: la del artista que produce una obra tan poco atractiva a los efectos del mercado pero termina siendo una opción más de la mercadotecnia posmoderna, aquella que invierte el eslogan clásico de la publicidad ("lo que no se anuncia no se vende") para postular que no "lo que no se vende no se anuncia", como habría de confirmar hacia febrero de 1985 "The New York Time Magazine", cuando le dedica la cubierta y una obra suya ilustra un artículo de título revelador: ""New Art, New Money: The Marketing of an American Artist". Por demás, negro, de padres caribeños, y educado en una escuela católica, el éxito de Jean-Michel Basquiat en un contexto en el que suelen triunfar mayoritariamente los blancos anglosajones protestantes no es la menor de sus paradojas.
Los últimos años de la vida de Basquiat fueron de una intensidad variable con muestras colectivas e individuales en los EE.UU., en Europa —una de ellas lo llevó por primera vez a París— y en África. La crítica, que tan favorable acogida le había dispensado a su obra, comenzó a ser menos benevolente, lo que unido a la muerte de Andy Warhol en febrero de 1987 provocó que se sumiera en una suerte de retiro en el que apenas trabajó. Sin embargo, la necesidad de nuevas obras para exposiciones en París, Dusseldorf y Nueva York organizadas por Vrej Baghoomian, su nuevo 'marchand', lo forzó a pintar nuevamente.
Fotogalería: Street art
Esta última paradoja es la que me lleva a preguntarme entonces si la obra de Jean-Michel Basquiat podrá semejarse a la majestuosidad de la corona que tanto prodigó o será un artificio más del mercado; si es uno de esos creadores únicos —el caso de Marcel Duchamp es el paradigma— que de tarde en tarde las artes visuales del siglo XX legaron al mundo, o mero arquetipo de lo que la historia del arte le adeuda al mercado. "Same old shit" (la misma mierda de siempre) pudiera decirse, pues esta estéril disyuntiva, esta oscura relación entre lo perecedero y lo trascendente, se me antoja que ilumina —valga la paradoja— la obra toda de Jea-Michel Basquiat.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK