Las paradojas de Basquiat (II)

CC BY 2.0 / Scrubhiker (USCdyer) / Jean-Michel BasquiatRetrato de Jean-Michel Basquiat
Retrato de Jean-Michel Basquiat - Sputnik Mundo
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En 1982, el éxito de la primera exposición personal de Jean-Michel Basquiat en los Estados Unidos fue extraordinario; ello motivó la proliferación de exhibiciones individuales de su obra no sólo en su país natal, sino también en Europa.

Un grafiti con el retrato de Basquiat - Sputnik Mundo
Las paradojas de Basquiat (I)
Gracias a ello se multiplicaron también las exposiciones colectivas que contribuyeron a fijar definitivamente su nombre y lo pusieron en contacto con otras importantes figuras del momento, entre ellas Julian Schnabel, el mismo que más tarde (1996) llevaría al cine su vida. De estos años de furia creadora —tan sólo en 1983 realizaría diecisiete exposiciones personales— data su amistad con Andy Warhol, quien mucho hizo, lamentablemente en vano, para alejarlo de las drogas, y con quien realizaría tiempo después trabajos en colaboración con resultados desfavorables en opinión de la crítica.

 

Como hitos importantes en la ascensión hacia la fama de Jean-Michel Basquiat cabe señalar su participación en la Bienal del Whitney Museum of American Art (Nueva York, 1983), donde fue el artista más joven allí expuesto, y su presencia en "An International Survey of Recent Painting and Sculpture, exposición que marcó la reapertura en 1984 del Museum of Modern Art (MOMA) de Nueva York, en cuya acera se las había afanado para vender playeras pintadas y tarjetas postales en los inicios de su carrera. Es harto elocuente el simbolismo latente en esta imagen del creador que deja de "hacer la calle" y salta, casi literalmente, de la periferia al centro. Aquí yace, sospecho, la más trascendente de las paradojas de Basquiat: la del artista que produce una obra tan poco atractiva a los efectos del mercado pero termina siendo una opción más de la mercadotecnia posmoderna, aquella que invierte el eslogan clásico de la publicidad ("lo que no se anuncia no se vende") para postular que no "lo que no se vende no se anuncia", como habría de confirmar hacia febrero de 1985 "The New York Time Magazine", cuando le dedica la cubierta y una obra suya ilustra un artículo de título revelador: ""New Art, New Money: The Marketing of an American Artist". Por demás, negro, de padres caribeños, y educado en una escuela católica, el éxito de Jean-Michel Basquiat en un contexto en el que suelen triunfar mayoritariamente los blancos anglosajones protestantes no es la menor de sus paradojas.

 

Los últimos años de la vida de Basquiat fueron de una intensidad variable con muestras colectivas e individuales en los EE.UU., en Europa —una de ellas lo llevó por primera vez a París— y en África. La crítica, que tan favorable acogida le había dispensado a su obra, comenzó a ser menos benevolente, lo que unido a la muerte de Andy Warhol en febrero de 1987 provocó que se sumiera en una suerte de retiro en el que apenas trabajó. Sin embargo, la necesidad de nuevas obras para exposiciones en París, Dusseldorf y Nueva York organizadas por Vrej Baghoomian, su nuevo 'marchand', lo forzó a pintar nuevamente.

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Otra vez conocería el éxito pero sería la ocasión postrera. En junio, en Hawái, se somete a una cura de desintoxicación; el 12 de agosto de 1988 se le hallaría muerto en su apartamento de la calle Great Jones. Se había cerrado el ciclo de una vida creadora que del SAMO de la corona de tres puntas al Basquiat que exhibía en galerías y posaba en portadas de prestigiosas publicaciones produjo una obra singular y de lecturas plurales que descubría al niño que siempre fue, obra que si bien por la vocación efímera de sus grafitis liminares, por el carácter de creación abierta, no definitiva, puede uno acercar a la sensibilidad posmoderna en que se produjo, en cambio, cuando comienza a ser coleccionable, catalogable y cerrada, cuando se perpetúa en reproducciones, cuando, en fin, juega el juego del mercado, no puede uno menos que pensar que la iconoclasia de Basquiat, como su candidez, es más ilusoria que substancial, como la de esa música rap que cierta vez produjo, expresión ayer de la irreverente cultura urbana afroamericana, garantía hoy de premios en los circuitos del mercado musical.

Fotogalería: Street art

Esta última paradoja es la que me lleva a preguntarme entonces si la obra de Jean-Michel Basquiat podrá semejarse a la majestuosidad de la corona que tanto prodigó o será un artificio más del mercado; si es uno de esos creadores únicos —el caso de Marcel Duchamp es el paradigma— que de tarde en tarde las artes visuales del siglo XX legaron al mundo, o mero arquetipo de lo que la historia del arte le adeuda al mercado. "Same old shit" (la misma mierda de siempre) pudiera decirse, pues esta estéril disyuntiva, esta oscura relación entre lo perecedero y lo trascendente, se me antoja que ilumina —valga la paradoja— la obra toda de Jea-Michel Basquiat.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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