"De eso no se habla, pero se piensa mucho": Sexo en la URSS (II)

© Sputnik / Yakov Berliner / Acceder al contenido multimediaUna pareja soviética, en 1969 (archivo)
Una pareja soviética, en 1969 (archivo) - Sputnik Mundo
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En 1986, durante una videoconferencia Leningrado-Boston, el mundo se enteró de que en la URSS "no existía el sexo". Esta frase de una participante soviética, sacada fuera de contexto, se convirtió en una 'frase hecha'.

Para conocer la verdad sobre la actitud del pueblo soviético respecto al sexo, los expertos analizaron los diarios privados de la gente que vivió en los 70, además de hablar con los especialistas en la materia de aquella época. 

La primera parte de esta investigación fue publicada por Sputnik el 1 de enero. A continuación te presentamos la segunda.

"Los ciudadanos soviéticos están aburridos de leer sobre sexo"

En los años 70, la educación sexual dio sus primeros pasos en la URSS gracias a las actividades del sociólogo soviético Ígor Kon. 

"Quedó claro que un control estricto no funcionaba y en las escuelas soviéticas comenzaron las clases de la llamada 'Ética y psicología de la vida familiar'", comentó Mariana Muraviova, historiadora y profesora de la Escuela Superior de Economía.

En 1972, se realizó en la URSS la primera cirugía de cambio de sexo. En la misma década, se fundaron en Moscú, Leningrado y Járkov los primeros centros para el tratamiento de disfunciones sexuales.

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Según el sexólogo Alexandr Tésler, "toda gran biblioteca tenía siempre una sección de medicina. Los sexólogos tuvieron acceso a la literatura especializada. Así, la Biblioteca Estatal de Lenin (en Moscú) incluso disponía de libros dedicados al sexo tántrico. Además, todo psiquiatra tenía un par de libros del profesor [Sigmund] Freud". 

En lo que respecta a la información "no profesional", era muy popular el antiguo texto hindú llamado kamasutra, así como el libro educativo letón 'Consejos para una joven ama de casa', que contenía esquemas y descripciones detalladas sobre cómo mantener relaciones sexuales.

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En 1970, el filósofo Vitali Rubin subrayó en su diario que "Heinrich Boll lo definió muy bien en su comentario para 'El primer círculo' [de Solzhenitsin]. En él dice que la gente soviética está aburrida de leer sobre sexo, y tiene razón. Destaca que en esas circunstancias, aparece la fidelidad, de la que se olvidaron en Occidente".

Por su parte, el futuro asistente del presidente Mijaíl Gorbachov, Anatoli Cherniáyev, describió en 1973 sus emociones al adquirir un libro prohibido:

"Estoy leyendo un libro traído de Alemania Occidental llamado 'The love sucker', de Jack Pine. Es una bomba sexual, contiene tantas técnicas geniales… Pensaba que era una persona bastante educada en este sentido. Pero hay muchas sorpresas. De verdad, ¡la revolución sexual, como cualquier revolución, genera una creatividad increíble!".

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No obstante, en las ciudades más pequeñas, la actitud respecto al sexo era totalmente distinta. De acuerdo con la ginecóloga Tamara Smirnova, quien trabajó en los años 70 en un hospital de la ciudad de Zagorsk —en la región de Moscú—, las mujeres soviéticas eran "muy tímidas y reservadas". Según la médica, "hablaban de su insatisfacción sexual con gran reticencia, nunca se quejaban. Las relaciones sexuales antes del matrimonio no eran la norma. Tras la boda, se adaptaban de algún modo, pero nadie me contó cómo lo hacían".

Según la historiadora Mariana Muraviova, "no había liberalismo ni una visión positiva" en la actitud de sus conocidos hacia el sexo. Así, "una mujer podría considerarse 'indisciplinada' por llevar un atuendo 'inapropiado', sin mencionar el sexo fuera del matrimonio".

Sin embargo, de acuerdo con el sexólogo Alexandr Tésler, el único problema no era el cómo, sino el dónde. 

"Era casi imposible reservar una habitación en un hotel: siempre alojaban a las mujeres con las mujeres, y a los hombres con los hombres, así que solo los homosexuales no tenían nunca este problema. Por eso, teníamos que apañarnos en las habitaciones de nuestros amigos o en los apartamentos comunitarios [komunalkas]. Así, la promiscuidad era mucho más divertida que ahora", subrayó.  

De acuerdo con el experto, el bloqueo de las mujeres soviéticas respecto a este tema puede relacionarse con su miedo a las intervenciones quirúrgicas, ya que en ese entonces, los abortos se realizaban sin anestesia. Según Tésler, "los doctores estaban hasta los codos de sangre". Por eso, las mujeres preferían los remedios caseros para interrumpir el embarazo, como el vodka o la lejía, o incluso brotes de ficus, que podían causar un absceso y, luego, la pérdida del bebé.

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La ginecóloga Tamara Smirnova calificó esta situación de "barbaridad". Según la médica, nadie quería tomar píldoras anticonceptivas, ya que causaban un aumento de peso, por lo que decenas de mujeres recurrían diariamente al aborto. En los años 70, el método del calendario era el más popular para controlar la natalidad. Además, las mujeres utilizaban dispositivos intrauterinos de fabricación soviética, a pesar de las contraindicaciones.

Las listas de personas con gonorrea, sífilis y otras enfermedades "malas" eran remitidas a las comisiones del Partido Comunista y a los decanatos, donde se llevaban a cabo "charlas educativas". "La medicina estaba muy ideologizada. En las clases de la filosofía de Lenin y Marx nos decían que la masturbación podía ser perjudicial, y en la Facultad de Medicina, que la homosexualidad era una patología y que se podía curar utilizando electrochoques", afirmó Tésler.

"Por desgracia, ahora se sabe todo sobre el sexo"

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Cuando en 1986, durante una videoconferencia Leningrado-Boston, la representante de la organización social Comité de Mujeres Soviéticas, Liudmila Ivanova, declaró que en la URSS "no existía el sexo", todos los invitados se rieron.

Sin embargo, de acuerdo con los diarios privados, en la década de 1980, a la mayoría de la población de la URSS no le gustaba demasiado la llamada 'propaganda occidental' sobre los hábitos sexuales. Tésler, quien participó en 1981 en la creación de la primera línea telefónica confidencial sobre este tema en Moscú, declaró que se registraron muchas llamadas por parte de escolares embarazadas. Sin embargo, la actitud de la sociedad respecto al sexo siguió siendo negativa.

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En 1981, el escritor Mark Jaritónov equiparó en su diario la difusión de información sobre la sexualidad con un 'fascismo doméstico'.

"Una idea de Fellini: el fascismo, psicológicamente, es un tipo de freno, de una demora en la fase de la adolescencia. Esta demora, esta contención de los procesos naturales del desarrollo del organismo, lleva a una explosión de los mecanismos compensatorios oscuros, y la propaganda del sexo también es un tipo de fascismo", afirmó.

En la URSS, la sexualidad se oponía a la inteligencia. Así, en 1984, Tatiana Yúrieva, una empleada del estudio cinematográfico Mosfilm, comentó en su diario: "Kirill me ha contado que su hija mayor pasó el verano junto a un grupo de gente que toma el prana del Cosmos [una práctica del yoga]. En su mayoría, son intelectuales que pasan el tiempo discutiendo sobre asuntos religiosos. Kirill los ha visto y me dice que son verdaderamente inteligentes y que no hay nada sexual".

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Al año siguiente, el escritor Mark Jaritónov afirmó que ya estaba harto de los 'valores occidentales', entre ellos, las relaciones esporádicas. "Las virtudes de Superman  —dinero, peleas, carreras y sexo sin amor— en los libros me dan mareos", expresó. 

En 1986, Nikolái Troitski, estudiante del Instituto Teatral GITIS, lamentó en su diario que "por desgracia, actualmente, las jóvenes ya lo saben todo sobre el sexo y los hombres desde una edad temprana".

Por su parte, el filósofo y escritor Borís Grois, declaró el mismo año que "no es casual que nuestra época esté tan sexualizada, ya que es la monotonía del sexo lo que lo convierte en una enigma para la cultura moderna, orientada a la innovación".

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De acuerdo con la historiadora Mariana Muraviova, tras la disolución de la URSS, las mujeres rusas siguen siendo más emancipadas que las occidentales en lo que respecta a los derechos económicos y políticos. Otra cuestión distinta es si saben aprovecharlo.

Siendo una energía creativa caótica, la sexualidad siempre suscitó temores, ya que es imposible controlarla. Así, en sus novelas de ficción distópica '1984' y 'Un mundo feliz', los escritores George Orwell y Aldous Huxley describen unos mundos completamente diferentes. Sin embargo, no importa si la vida sexual de una persona está reprimida o es cultivada, ya que ambas opciones, según los autores, nos arrebatan nuestra individualidad y nuestra libertad de expresión.

De acuerdo con la historiadora Mariana Muraviova, cualquier régimen político —totalitario, autoritario o democrático— tratará de controlar esta esfera tan importante para los seres humanos. 

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"Es una cuestión compleja en la interacción entre el Estado —con su interés en la reproducción de la población— y un ciudadano, con su derecho a tener una vida privada", afirmó.

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