"La responsabilidad confusa a causa de ciertas decisiones de Kiev, las fronteras difuminadas y el nivel tecnológico de los sistemas de defensa aérea de Ucrania pueden conducir a un mal uso de las armas en territorio ruso, como en Crimea, en las aguas del mar de Azov y en el mar Negro", señala el autor.
"¿Qué busca el Gobierno de Ucrania empujando a las Fuerzas Aéreas del país a desencadenar una guerra real contra Rusia?", se plantea el autor del artículo.
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Una autoridad delegada
Según el periodista, el punto más preocupante de la resolución es el que dice que "el comandante de la tripulación de los aviones interceptores (helicópteros), barcos (lanchas) y sistemas de defensa aérea en tierra tiene derecho a abrir fuego contra los aviones de las fuerzas armadas de otros países que hayan violado la frontera estatal de Ucrania".
"En primer lugar, es extraño que el presidente de Ucrania permita delegar las funciones del comandante supremo y el derecho de tomar unas decisiones tan importantes a nivel geopolítico al Ministerio de Defensa. Tal vez esto se deba al pánico a la responsabilidad o a la participación operativa de encargados occidentales del proyecto de la nueva Ucrania", comenta Jrolenko.
Además, el autor señala que "surge una asociación negativa" y recuerda que el vice primer ministro turco, Mehmet Simsek, declaró que las más altas autoridades de Turquía no participaron en el ataque contra el bombardero ruso Su-24.
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"Resultó que las autoridades habían delegado a los pilotos turcos la decisión de 'derribar o no'. Y solo la voluntad de acero de Rusia permitió evitar una gran guerra en otoño de 2015. Probablemente, a Kiev le pareció cómodo este enfoque o alguien le sugirió que era el mejor".
"De acuerdo con la lógica ucraniana, los disparos de la Fuerza Aérea de Ucrania en Crimea son legítimos, mientras que un misil ucraniano derribado sobre este territorio supone una agresión militar por parte de Moscú. En este contexto, es posible organizar una 'trampa geopolítica' a Donald Trump, nuevo presidente de Estados Unidos, que no padece rusofobia".
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Fronteras híbridas
Además del territorio de las repúblicas no reconocidas de Donbás y la península rusa de Crimea, Kiev se propone hacer suyas las aguas de los mares Negro y Azov.
"Y aquí hay que tener en cuenta la ambigüedad y la vaguedad del concepto 'fronteras estatales de Ucrania'".
Las negociaciones entre Rusia y Ucrania para determinar la situación jurídica del mar de Azov y la delimitación marítima del mar Negro se llevaron a cabo desde 1996. En 2003, los dos países firmaron un acuerdo de cooperación para el uso del mar de Azov y el estrecho de Kerch. Muchos años más tarde, debido a los desacuerdos entre las dos partes, las negociaciones para delimitar las fronteras marítimas acabaron fracasando.
Desde el punto de vista de la ley internacional, la zona marítima no está delimitada ni tampoco se dispone de la tecnología necesaria para poder compartirla.
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En su día a día, los guardias de fronteras de Rusia y Ucrania han superado estos conflictos legales mediante una serie de instrucciones departamentales basada en las leyes de sus respectivos Estados. La tarea de los guardacostas de esta zona, además, se ve en ocasiones complicada por la lucha contra la pesca furtiva.
"En la actual configuración geopolítica, un ataque de la Fuerza Aérea de Ucrania contra un avión de las Fuerzas Aeroespaciales o del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia, equivaldría al inicio de una guerra, aunque pueda haber otras salidas", advierte el columnista.
Rusia es capaz de garantizar la seguridad de los vuelos de la aviación civil en Crimea y evitar de forma estricta cualquier violación de su espacio aéreo. No hay limitaciones tecnológicas, las Fuerzas Aeroespaciales y de Defensa antiaérea están en alerta durante todo el día.
"Sin embargo, la prudencia de Kiev y el Ministerio de Defensa de Ucrania será la mejor garantía para la seguridad de Ucrania y el mantenimiento de unas buenas relaciones de vecindad", concluye Alexandr Jrolenko.