Las manifestaciones del pasado domingo fueron las más masivas de los últimos meses y gritaban contra la corrupción y contra las intenciones de los diputados y senadores de aprobar un texto anticorrupción que en la práctica pondría muchas trabas al trabajo de jueces y fiscales; por primera vez en mucho tiempo la semana pasada volvieron a escucharse "caceroladas".
"Pérdida de legitimidad de los partidos, triunfo de la narrativa de "todos los políticos son corruptos", el poder judiciario inflamado, los medios hiperpolitizados, crisis económica… Tenemos los elementos para acabar en un auge de un peligroso populismo de derecha", apunta la profesora de Ciencias Sociales de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) Esther Solano.
Esos mismos movimientos fueron en su momento los impulsores del "impeachment" contra la presidenta Dilma Rousseff y en aquel momento no tuvieron problemas en alinearse con ese "Congreso corrupto", igual que ahora salvan de sus críticas a Temer, probablemente por su plan económico neoliberal, según apunta en una entrevista con Sputnik el profesor de Historia en las Facultades Inegradas de Itararé (Fafit) Murilo Cleto.
En su opinión, es difícil saber por cuánto tiempo estos grupos con fuerte poder de movilización aguantaran someterse a un gobierno "tan manchado por la corrupción", y aunque por ahora Temer puede estar agradecido porque los dardos se dirigen sobre todo contra el presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB) alerta de que el comportamiento de las calles es imprevisible.
Dan una idea del desgaste del sistema político brasileño las altas cifras de abstención en las elecciones municipales de octubre —en cinco de las mayores 50 ciudades del país los votos nulos superaron a los válidos.
Además, tan solo el 32% de los brasileños considera que la democracia es el mejor sistema de gobierno, según el Latinobarómetro de septiembre, y en las marchas del domingo se pudo ver a pequeños grupos clamando a favor de una intervención militar.
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Para los analistas el país ya va dando signos de cuál será la tendencia en los próximos años: un caso paradigmático es el triunfo del nuevo alcalde de São Paulo, el empresario João Doria (Partido de la Social Democracia Brasileña), que logró conquistar las urnas a pesar de los recelos del partido, repitiendo constantemente que él no es un político sino un gestor.
"En Estados Unidos Trump fue elegido a pesar del Partido Republicano, igual que aquí Doria; los dos consiguieron presentarse como algo genuino y verdadero, algo que la política institucional no representa en la cabeza de las personas, en especial en momentos de crisis", apunta Cleto.
El historiador compara la situación de Brasil con la de Italia en los años 80, cuando con el país destrozado por la corrupción Silvio Berlusconi, un hombre hecho a sí mismo, apareció con un nuevo partido, populista, que conquistó a la población conservadora que había sufrido con la crisis económica.
Su discurso homófobo, misógino y racista, así como su defensa de los tiempos de la dictadura, no le ha acarreado ningún problema, más bien al contrario: sus intenciones de voto pasaron del 4% al 8% en apenas dos años y son muchos los que ya le ven como candidato a presidente en las elecciones generales de 2018.
Cleto admite que Bolsonaro es una figura "en franca ascensión", pero matiza que no cree que tenga opciones de dar la sorpresa como Trump y llegar a la presidencia porque es muy crítico con programas sociales de redistribución de renta como el "Bolsa Familia", algo que en Brasil ningún candidato con intenciones de ocupar el Palacio del Planalto se atreve a tocar.