"Un político pobre es un pobre político"
Carlos Hank González, político y empresario mexicano
Al parecer… En el año 2014, la Auditoría Superior de la Federación (ASF), el órgano encargado de la revisión de la Cuenta Pública, informó a la Procuraduría General de la República (PGR) sobre anomalías financieras en Veracruz, de las cuales tenía información desde el año anterior. De hecho, de 132 denuncias interpuestas por la ASF contra entidades federativas, 55 corresponden al estado que Javier Duarte sangró hasta la hipovolemia financiera, según precisó Juan Manuel Portal, titular del organismo.
En el caso Duarte, como en otros muchos, buena parte del tinglado de corrupción da comienzo con la creación de empresas que suelen tener un domicilio fiscal inexistente que nadie se ocupa de verificar. O en caso de hacerse, los funcionarios descubren perplejos que los también perplejos propietarios de los inmuebles o espacios que coinciden con las direcciones entregadas apenas sí se enteran en ese momento que son dueños de empresas que nunca tuvieron con substanciosos contratos que nunca firmaron. Sin embargo, esa fantasmagórica situación hacendaria no les impide a dichas empresas convertirse en proveedoras de un Gobierno estatal con el que rubrica acuerdos que no cumplirán pero sí serán pagados.
El gobernarte #PRI analiza la expulsión definitiva del #gobernador de #Veracruz en #México https://t.co/oVtCfQrm95 pic.twitter.com/7zCLUwlKMb
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 25 de octubre de 2016
Para garantizar que el dinero llegue a las manos 'correctas' se recurre, en primera instancia, a la adjudicación directa y en ocasiones, para guardar las apariencias, a las 'licitaciones simplificadas', en las cuales participan sólo tres empresas pero la decisión final de a cuál se le adjudica el contrato la toman funcionarios vinculados a la trama de connivencia y corrupción. Como en este último caso, el monto de lo contratado no debe de superar los seis millones de pesos —de hacerlo la licitación tendría que estar abierta a todos los que quisieran participar— muchas obras o servicios que rebasan esa cifra se fraccionan en contratos menores antes de la puesta en escena del concurso de adjudicación.
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Con estas malas artes que contravienen reglamentos administrativos o de plano constituyen delitos, tan solo del 2012 al 2013 el Gobierno encabezado por Javier Duarte erogó unos 645 millones de pesos que terminaron en cuentas bancarias del propio gobernador (ahora con licencia) o de allegados a él. Luego, mediante artificios de banqueros —transferencias injustificadas de capital a empresas situadas en países de Europa y Asia, compraventa de terrenos, inmuebles y aeronaves, etc.—, Duarte se las ingenió para blanquear el dinero mal habido de su fortuna, según estableció la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
El caso Duarte resulta emblemático porque en él se condensa el 'modus operandi' y el 'modus vivendi' de quienes utilizan su efímera parcela de poder no para el servicio público que juramentan, sino para el arribismo político y el enriquecimiento personal, en apego irrestricto a la impúdica cita que encabeza estas líneas. De ahí que funcionarios cercanos a él a principios de su sexenio ocupen hoy diputaciones locales o federales y sus cuentas bancarias no guarden proporción debida con el monto de sus salarios.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK