Durante la fase experimental, los investigadores han logrado reducir las ansiedades provocadas por recuerdos traumáticos sin pedir a los participantes que pensaran explícitamente en ellos. Esta característica 'no invasiva' de la terapia podría hacerla más atractiva para los pacientes. La terapia tradicional consiste en exponer esos miedos y enfrentarse a ellos. La dificultad de seguir adelante con este tipo de tratamientos hace que la tasa de abandono sea del 40%, dado que puede resultar muy desagradable e incluso traumática para el paciente.
El procedimiento utiliza un algoritmo informático para analizar la actividad cerebral de un paciente en tiempo real y determinar momentos en los que sus miedos pueden ser eliminados mediante una recompensa o estímulo positivo. Durante el experimento, se registró la actividad cerebral de una serie de voluntarios mientras veían imágenes de círculos rojos, verdes, azules o amarillos en una pantalla.
Y entonces llegó la parte dolorosa del estudio. Los voluntarios observaron otra secuencia de imágenes, pero esta vez, compuesta por dos círculos de dos colores distintos —el color A y el color B-. Esta visualización estuvo acompañada de descargas eléctricas, pequeñas pero desagradables. La actividad cerebral y los sensores colocados en la piel determinaron que los participantes llegaron a temer esas imágenes.
Cada voluntario tenía recuerdos dolorosos tanto de los círculos del color A como de los del color B, pero los científicos se emplearon en borrar solo los recuerdos que afectaban a un color determinado. Esto les permitió juzgar si realmente el experimento había dado sus frutos.
Según las conclusiones del estudio, después de tres sesiones de una hora, los escáneres cerebrales no mostraron signos de ansiedad al enseñar a las personas las imágenes que antes les hacían temblar, y los sensores en su piel detectaron que su respuesta a la ansiedad se había reducido a la mitad.