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Yemen, la guerra de la que no se habla

© REUTERS / Mohamed al-SayaghiGuerra en Yemen
Guerra en Yemen - Sputnik Mundo
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Yemen no aparece en los titulares de la prensa internacional pese a que el país está inmerso en un escenario catastrófico.

Los propagandistas y los indignados profesionales no han encontrado la foto de un niño sufriente para provocar el sentimentalismo en las redes sociales. Los intelectuales de salón no incluyen en sus panfletos a Saná o Adén junto a las ciudades mártires habituales (para algunos): Guernica, Sarajevo, y ahora, Alepo.

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Las cifras de la catástrofe humana tampoco despiertan la sensibilidad de los editores-moralistas: veinte meses de guerra; casi 10.000 muertos entre civiles y combatientes armados; 320.000 niños con necesidad de ayuda inmediata; 14 millones de personas (de los 29 millones de habitantes) sufriendo malnutrición; casi tres millones de desplazados; 1.800.000 refugiados en el extranjero; 600 hospitales dañados por los bombardeos; 1.600 escuelas destrozadas… Todo un panorama aterrador ante la "inacción internacional", como señala el jefe de Médicos Sin Fronteras en Yemen, Hassan Bucenin.

​La guerra que enfrenta a una coalición de países árabes, encabezada por Arabia Saudí, con la rebelión de los hutíes locales (chiíes de la rama zaidí) puede terminar en una nueva dislocación del país, en la partición pura y simple del Estado y en la 'sirianización' del territorio.
La unificación del Yemen se produjo en 1990. La República Árabe del Yemen y la República Popular Democrática del Yemen (Sur) se unieron, sin dejar nunca de lado las reticencias. Ya en 1994, el Sur intentó independizarse de nuevo.

Situación en Yemen - Sputnik Mundo
Al menos ocho muertos por ataque aéreo de la coalición árabe en Yemen
El entonces presidente Alí Abdalá Saleh, tuvo ya que hacer frente a una rebelión de la minoría chií de los hutíes (un tercio de la población), implantados en el nordeste del país. En 2011, Yemen también vivió la onda de choque de la llamada 'Primavera árabe'. La rebelión, teleguiada desde el exterior, obligó a Saleh a abandonar el poder. Tras las elecciones celebradas en 2012, Abd Rabbo Mansur Hadi se encaramó al poder.

El nuevo mandatario no logró responder a las aspiraciones de una mejor vida para la población, especialmente de la minoría chií, que le acusó de no haber sabido estabilizar la economía y de seguir marginándoles. Los hutíes (llamados así por el nombre de su líder Hussein Bradeddin al Huti), se movilizaron contra la corrupción del régimen, al que también hicieron responsable de asesinar a dos de sus representantes en el consejo de transición postelectoral.

A la rebelión chií se unió una parte del Ejército fiel al expresidente Saleh y consiguieron derrocar y enviar al exilio a Hadi, que después se atrincheró en el Puerto de Adén. El descontento de gran parte de la población con el fin de los subsidios, el aumento de los precios y de la carga impositiva nutre también las filas de los sublevados.

Los hutíes en la capital yemení de Saná (archivo) - Sputnik Mundo
Los hutíes se reúnen con el enviado de la ONU para Yemen
Arabia Saudí, que ve en los hutíes chiíes una quinta columna de Irán, su enemigo en la zona, decide en 2015 crear una alianza militar con los Emiratos Árabes Unidos, Catar, Kuwait, Bahréin, Jordania, Sudán, Egipto y Marruecos, para aplastar la revuelta y recuperar el territorio conquistado por los insurrectos. La operación se llamará pomposamente 'Tormenta decisiva'; más tarde derivará en 'Restaurar la esperanza', pero ni ha sido decisiva ni ha restaurado ilusión alguna.

Desde entonces, la aviación saudí no ha dejado de bombardear las posiciones enemigas, atacando sin comedimiento centros urbanos, hospitales y escuelas. Especial encarnizamiento han sufrido los centros de salud instalados por organizaciones humanitarias internacionales, algunas de las cuales, como la Cruz Roja, decidieron evacuar a sus miembros y abandonar el país.

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Según denuncian las mismas organizaciones internacionales, más de un tercio de los ataques de la aviación saudí han tenido como objetivo civiles desarmados. Pero parece claro que la ciudad siria de Alepo concentra en exclusiva la indignación internacional y la denuncia sobre ataques a hospitales.

Yemen, que era ya antes de la guerra civil actual uno de los países más pobres del planeta, vive una situación de emergencia económica. El Puerto de Adén está bloqueado para impedir la llegada de armas, pero también de víveres. El panorama se agravará tras la decisión del presidente Hadi de trasladar la sede del Banco Central desde Saná, en manos de los hutíes, a Adén, en el Sur, bajo su control. Presidido por un tecnócrata neutral, el veterano Mohamed Awad bin Humam, que se será relevado en su cargo, la utilización del Banco Central como instrumento de guerra ha sido criticada internacionalmente y repercutirá en la situación económica de los miles de funcionarios cuyos salarios peligran.

Estrategia criminal e ineficaz

Arabia Saudí, el país más rico de la zona, aplasta bajo las bombas a su paupérrimo vecino, convencido de ver la mano de Teherán en la insurrección hutí, justo en su patio trasero. Pensar que Irán se desentiende de la situación en Yemen es ingenuo, pero especialistas en la Península Arábiga, como el francés Laurent Bonnefoy, consideran la actitud de Riad como un claro ejemplo de la "paranoia saudí". Dada la situación de bloqueo militar sobre el terreno, Bonnefoy denuncia que la estrategia saudí basada en bombardeos aéreos es "criminal, además de ineficaz".

Los rebeldes han anunciado la creación de un nuevo Gobierno, que no será reconocido internacionalmente. Los saudíes y su aliado norteamericano han pedido al vecino Omán actuar de mediador para obtener un alto el fuego.

​Así las cosas, los grupos yihadistas radicales aprovechan la guerra para hacerse fuertes. Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y la rama local del Estado Islámico (EI) han aumentado su influencia en el sur del país, donde incluso intentan instalar un miniestado islámico.

Yemen vive un escenario catastrófico que puede desembocar en una nueva división del país, agravada por el reforzamiento del poder de los diferentes clanes y 'señores de la guerra' provinciales, ávidos de poder y expertos en aprovechar los conflictos para extender su dominio y enriquecerse.

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Al mismo tiempo, la confesionalización del conflicto podría derivar en una partición similar a la que viven Siria o Irak, países que seguirán monopolizando la indignación internacional. Sin imágenes, no hay lágrimas. Sin lágrimas, la diplomacia internacional no tiene dónde sustentar la propaganda que justifica su acción.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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