"No somos policías malos o personas malas, somos solo una herramienta, somos ángeles a los que Dios dio el don para devolver a estas almas malas al cielo y purificarlas", dijo un oficial de alto rango de la policía nacional de Filipinas (PNP) que participó en 87 asesinatos en los últimos tres meses.
El oficial forma parte de diez grupos secretos recién creados, de 16 personas cada uno.
Los asesinatos tienen lugar principalmente de noche, cuando los oficiales, vestidos de negro y enmascarados, sacan a un criminal de su casa en uno u dos minutos contados y lo matan de manera precisa, veloz y sin testigos.
Después, los policías dejan los cadáveres en un pueblo vecino o debajo de un puente, o colocan una cinta adhesiva en la cabeza del recién asesinado con un cartel que reza 'capo de la droga' o 'camello'.
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"Ponemos carteles para los medios de comunicación, para que los que investigan las muertes reorienten su investigación", explicó el agente al diario británico.
Opinó que los investigadores no deben ocuparse de los narcotraficantes asesinados.
El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, elegido en mayo, aboga por una lucha de envergadura contra drogadictos y narcotraficantes.
Según la policía, desde que Duterte asumió el cargo, en el país fueron asesinadas cerca de 2.400 personas relacionadas con el narcotráfico o el consumo de las drogas.
La comunidad mundial condenó en reiteradas ocasiones la iniciativa del líder filipino, que comparó con anterioridad su política con la de Hitler y declaró que sería feliz si los tres millones de drogadictos filipinos fueran asesinados.