A raíz de esta operación militar, los terroristas perdieron el control sobre el último pozo petrolífero del país árabe que estaba en sus manos.
Anteriormente, se había informado de que, debido a la liberación de otros tres grandes yacimientos de petróleo en Irak, el grupo terrorista había empezado a sufrir graves problemas financieros.
La reducción de los ingresos provenientes del contrabando de petróleo obligó a los terroristas a reducir el salario de sus milicianos, subir los impuestos sobre los territorios que controla e, incluso, a incrementar la suma de las multas que se imponían a los yihadistas por pequeñas violaciones de preceptos religiosos.