No obstante, el experto, junto con sus colegas, admite la posibilidad de que el fin del mundo pueda ocurrir más temprano, en el 2290.
Entre las posibles causas que provocarán la futura catástrofe universal destacan el estallido de una guerra nuclear, la caída de un asteroide, una pandemia o el calentamiento global.
Si todas las personas van a morir, las inversiones bancarias dejarán de ser una opción atractiva para la gente, opina el experto. El bajo nivel de ahorros por su parte provocará la subida de las tasas de interés y contribuirá al abaratamiento de las obligaciones.
Tomando en consideración estas estimaciones, Berezin y los economistas canadienses aconsejan invertir más dinero en los activos de riesgo. Tal vez este era el objetivo real de los especialistas que prepararon este informe.