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Maras: las pandillas que aterrorizan Centroamérica

© AFP 2023 / Orlando SierraPandilleros de "Mara Salvatrucha" detenidos en Honduras
Pandilleros de Mara Salvatrucha detenidos en Honduras - Sputnik Mundo
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En los últimos años la violencia en la región aumentó debido a la actividad de las maras, pandillas dedicadas a la venta de droga, el secuestro y el asesinato.

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Estos grupos violentos, integrados en su mayoría por menores de edad, han cobrado relevancia internacional y en la actualidad son uno de los problemas de violencia e inseguridad más importantes de la región y el continente. "Las maras son pandillas juveniles, en general la edad más adulta ronda los treinta años. Se dedican al control territorial, a la extorsión y al sicariato. La violencia propia del fenómeno los termina liquidando o encarcelando", dijo en el programa de radio GPS Internacional Ignacio Cánepa, experto en temas de seguridad y editor del portal DefDigital.

En los últimos años, la actividad de estos grupos se fue modificando. "Se va consolidando un perfil de mano de obra del narcotráfico. Las maras no son dueñas de los carteles o de la producción, pero pueden asegurar el tránsito. En los últimos años se han ido consolidando en la región y hacia el sur como mano de obra de los narcos. Actúan como custodios del tránsito de la droga, aseguran determinados territorios, liquidan contrincantes o fuerzas de seguridad. Las maras se consolidaron en ese aspecto. Tradicionalmente las maras utilizaban armas blancas, o de riña callejera. Su profesionalización actual tiene que ver con su vínculo con los narcos. Fueron entrenándolos en el manejo de otro tipo de armas. A través de ellos accedieron a armas con otro poder de fuego", aseguró Cánepa, quien hace unos años estuvo en El Salvador cubriendo el tema.

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“Hay dos formas de irse de la Mara: muerto o abrazando la fe”
Estas pandillas surgieron a mediados de la década de 1980, cuando gran parte de Centroamérica estaba atravesando guerras civiles. "Se producían desplazamientos de población. Había familias fragmentadas que emigraban a Estados Unidos. En las calles de Los Ángeles, estos jóvenes 'huérfanos' aprendieron el pandillaje típico del suroeste de ese país. Si eran apresados los deportaban a sus países y estos delincuentes deportados encontraron en esa sociedad de posguerra civil un caldo de cultivo perfecto para transmitir su experiencia. Empezaron a formar pandillas que actuaban como familias para estos chicos huérfanos", explicó el especialista en seguridad.

Hoy en día las maras más grandes son la 13 o 'Salvatrucha', y la mara 18. Los nombres hacen referencia a las calles donde se formaron en Los Ángeles. Estas pandillas son más que bandas delictivas, son grupos de pertenencia. "Para un marero no hay nada más importante que un integrante de su mara. Los de otros clanes son su peor enemigo, incluso más que la policía o el Estado. Buscan identificarse mediante tatuajes y señas con las manos que identifican a su mara. Estos tatuajes hablan del historial del marero en cuestión. Por ejemplo, algunos tienen tatuadas lágrimas en su ojo derecho o izquierdo. Si está del lado derecho indica una muerte causada por él. Si está en el lado izquierdo indica una muerte de alguien querido. Cuanto más cerca del lagrimal esté esa lagrima, más importante es esa muerte", dijo Cánepa.

Una vez se forma parte de estos grupos, intentar salir puede resultar difícil o incluso imposible. "Cuando se entra a una mara es de por vida. Hay dos formas de irse, muerto o por una conversión religiosa. Si eso ocurre, la pandilla lo respeta. Para un marero salirse de la mara es algo muy difícil", concluyó el experto.

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