Una guía rusa, Rita Davlétova, estaba pasando la noche del 14 de julio con unos amigos, entre los cuales había una mujer que trabajaba en el área de seguridad del Ayuntamiento de Niza. Fue ella quien les ordenó a todos que se refugiaran dentro de un edificio.
"Dijo que nos levantáramos y nos refugiáramos en la sala del casino. Vi a varias personas caer en la carretera. Pronto empezaron a llevarse a muchos heridos. Además, se había cortado la cobertura móvil. No podíamos avisar a nuestras familias", explicó Davlétova.
Según la testigo presencial, cerca de la una de la madrugada, les permitieron salir del edificio, que ya se había llenado de cuerpos cubiertos con sábanas.
"Teníamos miedo de separarnos, pero, tras esperar un poco, nos dirigimos a casa. Estaba caminando a lo largo de la carretera, donde había desparramados muchos cadáveres", añade.
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Otra testigo rusa, Alina Shabánova, recuerda que estaba cenando con su marido en la terraza de un restaurante cuando se produjo el incidente.
Alina y su marido lograron escapar por la puerta trasera del restaurante. Asimismo, recuerda que un policía estaba dirigiendo a la gente a base de gestos y gritos. Sin embargo, destaca la mujer, el nivel de seguridad del evento no era suficiente —la mayoría de los policías ya había terminado la guardia antes de que sucediera el ataque—.
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María, otra rusa que se encontraba en el centro de la localidad la noche del ataque, asegura haberse escondido en un portal.
"La mayoría de la gente se refugió en los bares y restaurantes, porque los edificios residenciales estaban cerrados. Yo tuve suerte y los dueños abrieron las puertas e invitaron a la gente a esconderse adentro", relata María.
Kira Kalínina, que arribó a Niza poco antes del ataque para pasar sus vacaciones, manifestó que no había ningún cordón al entrar en la ciudad.
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Adrian Brijbassi, periodista canadiense, llegó al centro de la ciudad a las 22.30 horas, ya después del atentado, para reunirse con unos amigos. Estaba caminando por el paseo marítimo y recuerda haberse sorprendido de que las calles quedaran vacías y la gente estuviera abandonando el malecón donde se concentran los bares y restaurantes de Niza.
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"No entendía nada hasta que un amigo de Vancouver me envió un mensaje sobre el ataque. Me recorrió una sensación surreal cuando vi a los dueños de los bares cerrando sus locales a las 23.00 horas en el día de la fiesta nacional", indica Brijbassi, que agregó que "nadie esperaba que algo parecido se produjera en Niza".