"Sueño con una Colombia más incluyente y comprometida con su gente"

© Sputnik / Natasha VázquezWagner Mosquera Palacios
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Hace unos días el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) firmaron en la capital cubana un acuerdo histórico de cese al fuego bilateral y definitivo para poner fin al conflicto interno que vive ese país desde hace 52 años.
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De esta forma se puso fin a la lucha armada más longeva en América, que ha causado más de 220.000 muertos y 6,9 millones de desplazados internos.

Un conflicto que no es solo entre las FARC-EP y el Gobierno, sino que incluye a los más de 48 millones de colombianos, por ello Sputnik conversó en exclusiva con Wagner Mosquera Palacios, comunicador social y periodista, quien actualmente es uno de los 17 concejales de la ciudad de Quibdó, capital del departamento del Chocó. Mosquera representa al partido Alianza Social Independiente (ASI) en una de las regiones más golpeadas por la guerra, con más pobres y con mayor concentración de afrodescendientes de la nación suramericana.

¿Qué significa este cese al fuego bilateral para los colombianos?

Lo primero que debo decir, es que sorprende que todavía muchos colombianos, seguidores del partido político Centro Democrático y de su líder, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quieran hacernos ver a la gran mayoría que sí creemos en la paz, que la firma de este cese de alto al fuego no es bueno para el país.

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Este cese al fuego representa el anhelo de muchos colombianos que hoy viven en Colombia y en cualquier lugar del mundo. Es el punto de partida para la construcción de un nuevo país y para saldar la gran deuda social. Pero sobre todo, para terminar con un conflicto que ha dejado tantas muertes y desplazamientos, y que no nos ha dejado crecer más como nación.

El cese bilateral significa salir del miedo y la incertidumbre, pero más importante, significa empezar a creer que puede haber una mejor vida para todos los colombianos.

¿Cómo se han vivido estos días en Colombia, especialmente en el Chocó?

El país está feliz, más allá de la polarización que se genera desde una gran parte de la población.

Los medios de comunicación, en su mayoría, celebran la firma del cese y si bien todavía hay una cierta incertidumbre por la forma en que se hará la entrega de las armas y la concentración de los combatientes en distintas poblaciones, la gente está feliz.

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En el Chocó, mi departamento, ubicado en el Pacífico colombiano, todavía hay cierta incertidumbre también, ya que hemos sido una región bastante golpeada por el conflicto de manera directa. Si bien es cierto que hay alegría, todavía no se celebra fervorosamente y no hay júbilo. Es más, en este momento trascendental, el Chocó se está preparando para realizar una gran manifestación (Paro cívico) para reclamarle al país por el olvido histórico del que hemos sido víctimas.

No es el mismo júbilo el de los centros urbanos que el del interior del país, ya que las regiones más golpeadas por el conflicto y que lo han vivido más de cerca, todavía tienen cierta desconfianza. Somos una región tropical, nuestras selvas y bosques hacen parte del territorio y del refugio de muchos guerrilleros que hoy están en la clandestinidad, de ahí que verlos fuera de esas selvas será un punto de inflexión que nos mostrará que tanto hemos asimilado esta guerra.

¿Cómo ha afectado este medio siglo de guerra a la región donde vive y a usted personalmente?

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La presencia guerrillera en el Chocó no tiene los mismos años que en el resto del país donde se originó la guerrilla. El Chocó, rico en oro y platino, madera y con costas en los dos mares (Pacífico y Atlántico) se convirtió, desde hace más de 30 años, en una gran zona para posicionar el conflicto. En parte por la debilidad institucional que les permitía a los grupos guerrilleros asestar golpes mediáticos, pero sobre todo por la economía que les genera a las guerrillas el control de la minería, la explotación de los bosques y la comercialización de la marihuana y la coca; estos últimos, de fácil cultivo, transporte y comercialización por cada una de nuestras costas.

En lo personal, el conflicto lo viví de cerca cuando a la edad de 20 años, en un viaje que realizaba por la carretera que conduce a Medellín desde mi ciudad, Quibdó. La guerrilla detuvo el bus en el que me transportaba con más de 30 personas en un retén en la mitad del trayecto.  Por casi dos horas nos requisaron y nos dieron una charla revolucionaria en la que la guerrilla quiso poner de manifiesto sus ideales; sin embargo, muchos temíamos por nuestras vidas. Jamás entendí su mensaje y lo que generó en mí esa breve retención fue una sensación de miedo eterno. No volví a viajar por esa misma carretera por más de 20 años.

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Nunca estuve de acuerdo con la lucha guerrillera y ese episodio, sumado a muchos otros actos de terror en mi región y en algunas zonas del país, me hizo desconfiar mucho más de su forma de lucha. Muchos colombianos nos volvimos más precavidos, desconfiados y en parte acumulamos un largo resentimiento derivado de la impotencia.

¿Considera que sea realmente posible ahora la reconciliación pueblo-guerrilla y gobierno-guerrilla?

Las dos reconciliaciones son posibles; sin embargo, cada una tiene un reto que debe poder superar con acciones en el corto plazo para que no se queden en un simple anhelo:

Desde mi punto de vista, en la reconciliación pueblo – guerrilla, los primeros (el pueblo) debemos poder ver señas generadoras de confianza de parte de una guerrilla que en muchas ocasiones pecó de soberbia al no reconocer muchos de sus errores: desapariciones, secuestros, torturas, toma de poblaciones indefensas, muerte de inocentes, reclutamiento de menores, etc. El gesto de reconocer algunos de esos errores se hace urgente y puede ser una de las tantas acciones que posibilitarán esa reconciliación con el pueblo.

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Por otro lado, la reconciliación gobierno – guerrilla, está ligada a la desconfianza que puedan sentir las fuerzas militares del país, de combatientes que han estado al margen de la legalidad por mucho tiempo. Esto es, guerrilleros con más de 20 y 30 años que no conocen otra forma de vida y a quienes estas nuevas formas de convivir en sociedad puedan apabullarlos.

Mientras que muchos guerrilleros estarán temerosos de volver a la vida civil y que los asesinen, ya pasó con más de 2.000 miembros reinsertados de la UP. Ese temor sigue vivo.

El dialogo y las acciones que puedan generar confianza con estos dos actores serán fundamentales para lograr su reconciliación con el gobierno. Lo demás, será poder verlos en la arena política, donde tendrán que demostrar que sus ideas y pensamientos puedan llegar a convencer y estar en consonancia con una  sociedad mucho más madura en términos políticos.

Esta guerra tuvo como inicio el asesinato de Gaitán. ¿Cree que se puedan retomar sus ideas ahora para construir la Colombia que él pensó?

Para muchos colombianos esta guerra de más de medio siglo empezó con el asesinato de Gaitán, para muchos otros, la guerra tiene su origen mismo en la desigualdad que por aquellos años reinaba y que todavía reina en muchas regiones del país.

Me atrevería a decir que una gran generación de colombianos no conoce a fondo el pensamiento de Gaitán como para decir que desde ahí se pueda pensar una nueva Colombia; sin embargo, muchas de sus ideas han sobrevivido y cobran vigencia en el panorama de desigualdad que todavía se mantiene.

¿Qué expectativas tiene para el país? ¿Cómo usted sueña a Colombia?

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Pienso, que todos los colombianos, más allá de su filiación política y de su modelo de sociedad han soñado alguna vez una Colombia en paz y sin guerra.

Mis expectativas están centradas en la nueva generación de gobernantes que entienden que hay una Colombia rica, activa, dinámica más allá de las grandes urbes (centro del país) y le apuestan a políticas generadoras de riqueza en estos poblados retirados que han sido olvidados.

Sueño una Colombia más incluyente con las comunidades menos favorecidas (negros e indígenas) pero sobre todo una Colombia que ahora debe poder destinar menos recursos a la guerra y más a la educación. Una Colombia que ya no tenga excusas para decir que hay un conflicto y se escude en él para justificar un salario mínimo de hambre; una Colombia que aproveche las bondades de la tecnología y mantenga sus regiones interconectadas; una Colombia que cuide sus riquezas naturales y le apueste a la conservación del medioambiente; pero sobre todo, una Colombia que genere oportunidades de empleo para todos y deja de lado, de una vez por todas, las desigualdades.

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