En una nota firmada por su editor de Política, Daniel Boffey, el semanario destaca que el Gobierno del Reino Unido cree que el núcleo duro de los 'hooligans' rusos que acudió a la Eurocopa 2016 de Francia estaba realmente formado por agentes al servicio del Kremlin que tenían como objetivo desestabilizar la competición y generar problemas a puñetazo limpio.La teoría que abraza Boffey es que el presidente, Vladímir Putin, habría aprobado el vandalismo de sus compatriotas como una prolongación de la llamada "guerra híbrida" para demostrar la fortaleza de Rusia fuera de sus fronteras, "mientras se construye una narrativa dentro del país de que el resto del mundo se está alineando contra él".
Todo esto suena bastante paranoico. Y absurdo, porque, ¿qué gana el líder ruso con los excesos de violencia de sus conciudadanos precisamente ahora que está bajo escrutinio el papel de Rusia como organizador del próximo Campeonato del Mundo de Fútbol que debe celebrarse allí entre junio y julio de 2018?
Según esa perspectiva maquiavélica y parcial de la realidad, todo es culpa de Moscú. No solo los lamentables incidentes ocurridos en Marsella y Lille, sino también la crisis de los refugiados en Europa y hasta los ciberataques de los yihadistas.
El reportero relataba cómo en Kandalaksha se habían ido acumulando coches destartalados con inmigrantes mayoritariamente de origen africano, cuya obvia intención era cruzar hacia Finlandia para solicitar asilo. Esa circunstancia había provocado un ataque de nervios entre las autoridades vecinas, quienes veían en todo aquello una inequívoca señal de presión del Kremlin, previsiblemente dispuesto a permitir a los inmigrantes el acceso a una ruta ártica y provocar así una nueva avalancha humana. "Esto parece una manifestación política de Rusia", declaraba alarmado el diputado y exministro finlandés de Asuntos Exteriores, Ilkka Kanerva. Pero los propios funcionarios de aduanas finlandeses admitían al periodista que no había pruebas, solo especulación… El suceso de Kandalaksha más bien parece el fruto de una ansiedad geopolítica mal contenida.
Según la "información obtenida" por Der Spiegel de los servicios de inteligencia alemanes, "el grupo terrorista sirio-iraquí aún no está en condiciones de realizar ataques de espionaje o de sabotaje complejos en la red". Los servicios secretos de Alemania suponen que el FSB, el GRU y el SVR —las tres principales organizaciones rusas de seguridad y espionaje— tienen "actualmente al mando a más de 4.000 ciberagentes" y creen que los 'hackers' del Kremlin son los verdaderos responsables de las operaciones de piratería atribuidas a los yihadistas.
El vídeo, de apenas tres minutos de duración, es obra de Tim Whewell, corresponsal en Moscú de la BBC entre 1991 y 1993. En él se habla de fabricación de pruebas falsas y se muestra a una furibunda activista antirrusa, Anne Applebaum, quien defiende por supuesto las tesis conspirativas que apuntan a Putin y su entorno.
En definitiva, el término "guerra híbrida" está sirviendo a la perfección a quienes, desatando su imaginación más calenturienta, pronostican movimientos expansionistas de Rusia hacia las tres repúblicas bálticas, Polonia y Kazajistán. Y desgraciadamente, la prensa occidental se está convirtiendo cada vez más en la correa de transmisión de estas hipótesis que, por definición, no pueden ser probadas y se basan en meras elucubraciones.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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