Para Grzybowski, cofundador del Foro Social Mundial y director del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (Ibase), esas condicionalidades, “que fueron poco, incomodan mucho y están en el origen del esfuerzo para derrotar al PT y al Gobierno de Dilma Rousseff”, suspendida de sus funciones el 11 de este mes mientras el Senado conduce un juicio político en su contra.
Su acento social se resume, para Grzybowski, en un crecimiento de 70 por ciento del salario mínimo en términos reales, “la mejora más sustancial”, el programa Beca Familia, “una obligación ética para garantizar lo más básico a la gente muy pobre”, y las cuotas universitarias para negros y pobres.
A tono con el Banco Mundial
Su costo es muy bajo, “menos de un día del interés que cobran los que especulan con la deuda del Estado; nada”, sentenció.
Sin embargo, “incomoda porque da un mínimo de dignidad y se lo considera un gasto improductivo, se le critica que no estimula a la gente a trabajar, etcétera”, observó.
Injusticia fiscal
La próxima semana, el presidente interino Michel Temer debe anunciar medidas para reducir el déficit fiscal y estimular la economía, que en 2015 se contrajo 3,8 por ciento y este año puede sufrir un retroceso similar.
En el debate de cómo se gastan los recursos del Estado, ni Temer “ni ninguno de sus economistas discuten que la mitad del presupuesto se destine a pagar a los acreedores de la deuda pública”, criticó Grzybowski.
Un estudio realizado en 2010 estimó que 20.000 familias brasileñas detentaban entonces el grueso de la deuda pública brasileña.
“Si se considera a la familia extensa que va de los abuelos a los nietos, un millón de personas recibían unos 3.000 reales por día de intereses (850 dólares al cambio actual)”, dijo.
En cuanto a las fuentes del presupuesto, “los Gobiernos de Lula y de Dilma nada hicieron en justicia impositiva: nos quedamos con un sistema regresivo en el que el pobre, proporcionalmente, paga más que el rico”, dijo Grzybowski.
En opinión de Grzybowski, si Temer insiste en tocar los gastos de salud, educación, pensiones y asistencia social, sobre los cuales la Constitución fijó recursos obligatorios del Estado, “puede generar de inmediato una reacción contraria incluso de sectores que se manifestaron contra Dilma”.
Universidades más populares
Grzybowski reconoce como un “gran cambio” el sistema de cuotas universitarias para negros y pobres.
“Las universidades públicas y gratuitas de Brasil eran para las élites”, y cuando “los pobres querían estudiar, tenían que ir a la universidad privada”, aseguró.
El sistema comenzó en 2002 en el sureño Río de Janeiro y se fue extendiendo durante la administración de Lula.
Hoy las universidades son más populares y la matrícula tuvo una “expansión formidable” de tres a 10 millones de estudiantes, dijo el analista.
Pero se redujeron a la mitad los cupos para quienes no son pobres, negros o indígenas, “y esto también incomoda a las élites brasileñas”, sostuvo Grzybowski.