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China sepulta su década más vergonzante medio siglo después

© REUTERS / Kim Kyung-HoonInsignias con la imagen de Mao Zedong, el máximo dirigente del Partido Comunista de China
Insignias con la imagen de Mao Zedong, el máximo dirigente del Partido Comunista de China - Sputnik Mundo
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PEKÍN (Sputnik) — "Una revolución no es una fiesta sino una insurrección, un acto de violencia en la que una clase suprime a otra", dijo Mao Zedong en 1966 para dar inicio a la Gran Revolución Cultural Proletaria.

Una década después habían sido asesinados o inducidos al suicidio entre 1,5 y 2 millones de chinos, más de 20 millones ciudadanos habían desplazados al campo y unos 200 millones de chinos sufrían malnutrición por la caótica gestión económica.

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Hoy se cumple medio siglo del inicio de la Revolución Cultural con el silencio pactado por el Gobierno, por razones obvias, y el pueblo, más interesado en el porvenir que en el pasado y probablemente con más culpa de lo que muchos quieren asumir.

El aniversario es tan ausente en la prensa nacional como ubicuo y no es extraño que cada año se repitan las mismas inexactitudes, señala Jeremy Brown, profesor de Historia de la Universidad Simon Fraser (Canadá) y estudioso de aquella época.

El experto cita la habitual mención a "los diez años de caos":

"Hubo mucho caos, pero no duró diez años ni se extendió a todo el país. La actividad de los guardias rojos se limitó a las ciudades durante algunos meses en 1966. Las batallas internas entre grupos revolucionarios también fueron caóticas pero en muchas ciudades duraron uno o dos años y en otras ni siquiera ocurrieron. De hecho, mucha de la violencia en la Revolución Cultural fue perpetrada por el Estado cuando el orden fue restablecido en 1968 y 1969. Después hubo una dictadura militar represiva", señala por email.

El Gran Timonel había disfrazado de lucha de clases lo que era una purga política en un contexto de debilidad personal.

Con la campaña del Gran Salto Adelante (1958-1960) había intentado igualar la producción británica de acero y los agricultores acabaron lanzando a los hornos incluso sus aperos de labranza para cubrir las cuotas. Decenas de millones de chinos murieron de hambre y algunos en el partido cuestionaban al fundador del país.

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Un cartel en la Universidad de Pekín denunciaba al presidente de la República, Liu Shaoqi, y al futuro arquitecto de las reformas, Deng Xiaoping, quienes fueron purgados.

Hordas de jóvenes fanáticos se erigieron en jueces y ejecutores de la pureza revolucionaria. Los guardias rojos gozaron de libertad para castigar de forma sumaria a los presuntos opresores y saquear sus hogares.

Primero se atacó a profesores, intelectuales, escritores o artistas pero pronto el espectro abarcó a todos los espectros sociales.

Se fomentó la delación entre familiares y vecinos en una ceremonia demencial en la que era difícil orientarse.

Con la purga completada y la urgencia de recuperar el orden, Mao envió al Ejército y estableció comités revolucionarios que relevaron a los guardias rojos en la extensión del terror.

Los chinos han encadenado en su historia moderna el colonialismo europeo, el imperialismo japonés, guerras civiles y hambrunas pero ningún drama les traumatiza tanto como la Revolución Cultural.

El tiempo no ha borrado sus efectos en la sociedad, señala Scott Kennedy, sinólogo del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos. "Los países no tienen alma, pero ciertamente la Revolución Cultural y el periodo maoísta al completo destrozó la confianza interpersonal entre los chinos. Fue extremadamente difícil confiar en nadie, ni siquiera en tu familia, después de todos los ataques políticos y purgas. Parte del trabajo de la era de las reformas es reconstruir esa confianza pero es muy difícil sin tratar abiertamente esa herida", señala por email.

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No hay ningún acto oficial programado para el aniversario y el único museo ha sido cerrado temporalmente a pesar de que el partido ya había condenado en 1981 aquel periodo con dos frases: "Mao acertó en el 70% de sus decisiones y erró en el 30%" y "la Revolución Cultural fue una década de desastres".

En los últimos años el tabú se ha levantado tímidamente y cada vez existen más menciones en los medios nacionales, pero casi siempre como recordatorio del sufrimiento que trae el caos.

El anterior primer ministro, Wen Jiabao, urgió a acometer las reformas políticas y económicas para que el país no se dirigiera a otra Revolución Cultural.

Brown defiende la importancia de recordar grandes tragedias como Tiananmén o la Revolución Cultural por el dolor infligido a millones de personas.

"Es incluso más importante fuera de China porque dentro son escondidas, censuradas o minimizadas, lo que agrava la injusticia original. El problema es que un tratamiento tan amplio da a la gente una impresión errónea de que todo fue miserable durante todo el tiempo, lo que no es cierto", añade.

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