Bélgica no merece ser la sede de la Comisión Europea

© REUTERS / Vincent KesslerSede de la Comisión Europea en Bruselas
Sede de la Comisión Europea en Bruselas - Sputnik Mundo
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Los salvajes atentados terroristas ocurridos el pasado 22 de marzo en Bruselas y que costaron la vida a 31 personas han puesto en evidencia que el país no está preparado para garantizar la seguridad del Gobierno comunitario.

Por un lado, los servicios de Inteligencia belgas tardaron cuatro meses en encontrar a uno de los hombres más buscados de Europa, Abdeslam Salah, implicado en los ataques yihadistas de noviembre a París, pese a que todos los indicios apuntaban que se ocultaba en Bélgica. Por otro, el análisis de lo ocurrido ha destapado un hecho muy grave: el comportamiento pasivo, incompetente e incluso negligente de ciertas autoridades belgas vinculadas a los Ministerios de Interior y de Justicia.

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Poco después de que se supiera que finalmente Abdeslam Salah había sido detenido en el barrio bruselense de Molenbeek, el diario Le Monde recabó información de varios expertos, como el diputado francés Alain Marsaud, exjuez especializado en la lucha antiterrorista. "O Abdeslam era muy astuto o los servicios belgas han sido nulos, lo que es más razonable", respondió Marsaud.

Durante cuatro meses Abdeslam Salah recibió el apoyo logístico suficiente para poder esconderse del acoso policial, incluso para cambiar de aspecto físico. ¿Quiénes fueron sus cómplices? Sus amigos y simpatizantes yihadistas residentes en Molenbeek, un barrio con grandes índices de paro y donde el 40 por ciento profesa la religión musulmana. Sorprende precisamente la actitud laxa e inaudita de la alcaldesa de Molenbeek, Françoise Schepmans, quien recibió una lista de potenciales sospechosos terroristas un mes antes de las embestidas en París. "¿Qué suponía que tenía que hacer con ellos? Ese no es mi trabajo sino el de la policía federal", explicó cuando le preguntaron su reacción. Si la primera autoridad comunal se desentiende así de tan delicado asunto, entonces el sistema de seguridad no funciona en absoluto.

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Esta pasividad, que puede llegar a cotas de irresponsabilidad, es la base misma del problema existente de descoordinación crónica, problema que se aviva gracias a la compleja división administrativa (política) y lingüística (cultural) del país. Bélgica cuenta con dos comunidades bien distintas y a veces enfrentadas: una valona (francófona) situada al sur, y una flamenca (neerlandófona) emplazada al norte. Ambas componen, junto a la región de Bruselas, un Estado federal en cuyo vértice se sitúa el rey de los belgas. El Gobierno está presidido por el primer ministro Charles Michel, un liberal valón, y está formado por una inusual coalición de liberales valones y flamencos, democristianos flamencos y nacionalistas flamencos. Pues bien, los nacionalistas flamencos acusan a los socialistas valones de haber convertido a Bruselas —y Molenbeek- en una base de retaguardia de la barbarie yihadista gracias a "20 años de laxitud". En este complejo entramado social altamente politizado se solapan las funciones y se difuminan las responsabilidades.

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De hecho, el ministro de Interior, el nacionalista flamenco Jan Jambon, y el ministro de Justicia, el democristiano Koen Geens, ya han admitido en público graves fallos policiales y judiciales que permitieron, por ejemplo, que no fuera detenido en 2015 uno de los tres autores materiales de los atentados que sembraron el pánico en el aeropuerto de Zaventem y en el metro de Bruselas. Al conocer estos errores, ambos presentaron su dimisión a Michel, pero éste les pidió que continúen en sus respectivos puestos ministeriales para no debilitar aún más al Ejecutivo de coalición. "Los meses próximos serán difíciles, dadas las circunstancias", adelantó Geens.

Ibrahim El Bakraoui había sido sentenciado en Bélgica a 10 años de prisión por atraco y herir a un policía con un fusil de asalto Kalashnikov. Fue puesto en libertad en octubre de 2014 con la condición de que no abandonara Bélgica por un periodo superior a 30 días. Fue detenido en junio pasado en la frontera entre Turquía y Siria, tras haber sido presuntamente entrenado por el autodenominado Estado Islámico (Daesh en árabe proscrito en Rusia y otros países). A finales de ese mes las autoridades turcas notificaron a Bélgica su arresto y su probable perfil terrorista. El Bakraoui fue deportado el 14 de julio a Ámsterdam —se desconoce por qué su destino final no fue Bruselas- y las autoridades holandesas estaban también advertidas de su llegada, aunque éstas dicen que El Bakraoui no estaba en ninguna lista de posibles terroristas que comparten con los servicios de Inteligencia de otros países. El caso es que El Bakraoui regresó como un "ciudadano belga normal", incluso aunque había incumplido el régimen de libertad condicional. Su pista desapareció hasta que detonó una maleta llena de explosivos.

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"Tras una reunión con la Policía federal, solo he podido concluir que alguien ha sido negligente, no ha sido suficientemente proactivo, ni comprometido con un dossier donde desde el principio podíamos notar que se trataba de terrorismo", dijo Jambon, el ministro de Interior, en una comparecencia ante el Parlamento belga. Jambon apuntó directamente a un oficial de enlace en la Embajada de Bélgica en Ankara, por no haber transmitido a tiempo o correctamente las informaciones sobre el arresto y deportación de El Bakraoui, uno de los kamikazes. Las serias acusaciones de Jambon desencadenaron una tormenta entre los agentes del orden público de su país. Los sindicatos policiales se sintieron traicionados y calificaron al ministro de "cobarde". El ambiente que se respira es nefasto y contraproducente para llevar a cabo una investigación eficaz.

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Europa, indefensa ante el terrorismo
En definitiva, la Unión Europea ha demostrado que no está lo suficientemente unida en materia de seguridad.

Casi todos los gobiernos comunitarios admiten esta profunda descoordinación y algunos de ellos, especialmente los de Francia, Italia y Alemania, han hecho llamamientos pidiendo más colaboración entre las fuerzas de seguridad. Hasta el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha propuesto la creación de una nueva organización para combatir el terrorismo a nivel continental, que uniría sus esfuerzos a estructuras policiales como Europol o Eurojust.

Pero decirlo es mucho más fácil que hacerlo. Se presentan fuertes obstáculos, algunos de ellos bien altos. El primero es la fuerte suspicacia que subsiste entre los servicios de Inteligencia a la hora de compartir información con otros colegas europeos, argumentando que se trata de un asunto de soberanía nacional. Otra dificultad evidente es la gran diferencia que existe entre los 28 estados miembros en cuanto a prioridades, recursos económicos y niveles de experiencia. Tampoco hay que despreciar las confusiones que acarrean los sistemas de transliteración de los nombres y apellidos árabes, sistemas que a veces difieren de un país a otro. En resumen, el problema no se resolverá pronto, si es que se resuelve…


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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