El diario precisa que a finales de mayo de 2012, tras una redada provocada por un atentado terrorista, unos diez ciudadanos afganos quedaron detenidos.
Los arrestados fueron trasladados a un puesto militar, donde fueron golpeados por policías locales con rifles y antenas de automóviles.
Un trabajador médico que se encontraba en aquel momento en la base esperaba que los marines parasen las torturas perpetradas por los agentes del orden, pero los militares estadounidenses se unieron.
"Los tres miembros del grupo de marines de las Fuerzas Navales de EEUU golpearon a los reclusos, les lanzaron piedras pesadas en el pecho, se sentaron sobre sus cabezas y echaron agua en la cara de algunos, una tortura similar a un ahogamiento improvisado", destaca el diario.
The New York Times afirma que incluso dos miembros del grupo fueron promovidos, a pesar de que su jefe militar en Afganistán propuso expulsarlos de las tropas de élite.
Los cargos de violencia física se encuentran entre los más graves para los militares de EEUU, y algunos expertos del país consideran que el caso debió ser llevado a un tribunal militar, en lugar de catalogarse como infracción disciplinaria y ser motivo de una audiencia cerrada en las propias Fuerzas Navales.