Pero las dudas sobre cuánto se podía adulterar la medicina original sin perder los efectos vigorizantes llevó a la banda a exigir a sus trabajadores que las testaran con sus parejas o con prostitutas.
"Algunos regresaban a casa para probarlas, pero los originarios de otras provincias iban a casas de masajes y después les reembolsábamos los gastos", ha explicado un miembro de la banda desarticulada al diario Sanxiang Metropolis.
"La plantilla estaba muy contenta al principio por probar la falsa medicina pero pronto se irritaron porque exigía un trabajo muy duro y abandonaron", ha añadido.
Las pruebas permitieron importantes mejoras en la calidad y eficacia del producto.
Algunos informes poco satisfactorios aconsejaron elevar la proporción inicial de 1-1 entre medicación genuina y maicena a 1-1,5.
La noticia alude a la diferencia entre falsificadores concienciados que mezclan las sustancias en la misma pastilla con los facinerosos que simplemente alternan una pastilla de viagra con otra de maicena, lo que explica las reacciones imprevisibles y opuestas.
"Al menos hacemos pruebas con personas humanas, somos gente seria", ha resaltado uno de los miembros.
La banda habría elaborado unos cien millones de pastillas desde 2014 que fueron vendidas tanto en China como en el extranjero.
Las falsificaciones de medicinas son un serio problema en China, con un sector atomizado en pequeñas compañías y una supervisión insuficiente.
La Policía desarticuló en marzo pasado una banda en Shaoyang (provincia de Hunan) que fabricaba 30 tipos diferentes de viagra y confiscó dos millones de frascos que ocupaban nueve camiones, según el diario hongkonés South China Morning Post.