No es raro que los internautas fiscalicen la generosidad de las celebridades nacionales después de cada desastre natural y critiquen a las más avaras.
"Él es un magnate especial, vive en una casa normal, viste ropa normal y tiene una esposa normal", ha escrito un internauta en Weibo (el twitter chino) haciéndose eco del sentir generalizado.
A pesar de que Facebook esté censurado en China, Zuckerberg es una celebridad aquí debido a su ritmo de vida ordinario en contraste con la pompa con la que se envuelven muchos magnates chinos, a sus esfuerzos con el mandarín, a su esposa oriental y, finalmente, a su generosidad.
"El hombre más sabio dona su dinero a la medicina… espero que los magnates y celebridades en China pongan más atención en el medioambiente, la sanidad y la educación y se compren menos coche de lujo", señala otro internauta.
"Zuckerberg fija un ejemplo para la sociedad china" es el titular de un editorial del ultranacionalista diario Global Times, que cotidianamente fustiga a todo lo que viene de Estados Unidos.
Muchos han subrayado la generosidad de los millonarios estadounidenses en comparación con los chinos.
En China aún se recuerda que sólo dos de los cincuenta magnates del país acudieron a una cena que organizó hace cinco años el fundador de Microsoft, Bill Gates.
El objetivo de la cita era la beneficencia y el gremio millonario nacional se asustó.
La Fundación Gates aclaró entonces que tenía "problemas para confirmar la asistencia" y que "muchos temían sentirse incómodos en la cena".
China carece de un ecosistema que empuje a la filantropía: las donaciones no están exentas de impuestos como en otras legislaciones y faltan organizaciones y personal que las canalice.
Y también surgen las dudas sobre su transparencia y el destino final del dinero. Los escándalos de donaciones humanitarias que han acabado en bolsillos privados no han escaseado en los últimos años.
Una celebridad de medio pelo posaba años atrás con lujosos bolsos y coches que habrían sido sufragados con fondos de la Cruz Roja china. El escándalo resultó ser falso, pero la entidad no ha vuelto a recibir el mismo volumen de donaciones.
Esas justificadas reticencias por la opacidad del sistema y la falta de incentivos fiscales explican que el 80 % de las donaciones de los cien mayores filántropos chinos acaben en organizaciones extranjeras, según un informe reciente de la Beijing Normal University.
"Ciertamente, el statu quo no es el ideal", certificó Gates en una reciente entrevista en la televisión pública china después de haber inaugurado el Instituto de Filantropía Global de China.
Tampoco ayuda a la beneficencia los factores sociales como la tradición confuciana de dejar toda la fortuna a los hijos o la edad media mucho más baja de los millonarios chinos.
En China apenas ronda los cuarenta, 15 años por debajo de sus colegas estadounidenses. Muchos son hombres hechos a sí mismos, con la pobreza como experiencia biológica. Aún no han tenido tiempo de acostumbrarse a sus fortunas y viven esos años esforzándose en amasarlas, lejano aún el otoño vital que empuja a hacer las paces con el mundo.
Lo padeció recientemente Jack Ma. El fundador de Alibaba, la mayor fortuna de China y el líder nacional en donaciones a la caridad, fue increpado en masa cuando no destinó ayuda alguna a las víctimas de la explosión química en Tianjin que mató a 150 personas meses atrás.
También sufrió la ira social Pan Shiyi, magnate inmobiliario y reconocido filántropo, por destinar 100 millones de dólares para que jóvenes chinos sin recursos pudieran estudiar en reputadas universidades globales como Harvard.
Muchos pensaron que el destino más adecuado habría sido las escuelas chinas.