Los traficantes de heroína de Iguala hacia EEUU reaccionaron con violencia y saña en contra de los estudiantes de esa escuela rural de Guerrero (sur), quienes se subieron a cinco autobuses para viajar a la conmemoración anual de la masacre de universitarios de 1968, en la Plaza de Tlatelolco, en la Ciudad de México.
La noche del 26 de septiembre de 2014, "los muchachos tomaron un autobús sin saber que iba cargado de heroína, y por eso los atacaron, con tanta saña y violencia, cuando ya iban saliendo de Iguala", (220 km al sur), el corazón mexicano de la plantación de amapola y tráfico de heroína, dice el autor del libro recién publicado "Échale la culpa a la heroína, de Iguala a Chicago".
El ataque saldado con seis muertos y 43 desaparecidos fue perpetrado por policías municipales y narcotraficantes confabulados con el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, una localidad que se convirtió en el último lustro en el centro de acopio, preparación, empaque y envío de goma de opio y heroína hacia EEUU, afirma Reveles, cuya nueva obra ha sido publicada por la editorial Grijalbo, autor de una biografía no autorizada del capo narco Joaquín "El Chapo" Guzmán.
La zona de Iguala "es el reino de la amapola, el mayor del continente americano, donde los estudiantes no tenían planeado entrar, donde se incubó un cogobierno de narco-política e impunidad"; México en pocos años se convirtió en el segundo país del mundo, después de Afganistán, con los mayores campos de amapola, dice el periodista de investigación.
La violencia en Iguala es de tal magnitud que tras la masacre de los alumnos de Ayotzinapa, de quienes sólo dos han sido identificados por los forenses entre los restos calcinados encontrados en un basurero municipal, los familiares del grupo conocido como "Los otros desparecidos", han descubierto fosas clandestinas con al menos 104 cadáveres y buscan a más de 400 personas.
La conclusión de Reveles es más contundente que la línea de investigación recomendada por los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quienes descubrieron un quinto autobús que no fue parte de los peritajes federales, y que existía una investigación en Chicago de tráfico de heroína en autobuses desde Iguala.
"Antes de la hipótesis del quinto autobús, hecha por los expertos de la CIDH (anunciada el 6 de septiembre de este año) yo ya tenía esta conclusión, porque estudié los cientos de páginas de los expedientes y tengo los peritajes que explican tanta agresividad: en un solo autobús conté 91 balazos y el taxi recibió 47 balazos, allí mataron a una señora", dijo Reveles en una charla telefónica.
Aquella noche, un centenar de jóvenes de entre 20 y 25 años llegaron a Iguala varias horas antes desde la sede de la escuela de Ayotzinapa –un centro de estudios muy politizado, por cuyas aulas pasaron guerrilleros de los años 70-, a ocupar los autobuses para organizar su caravana a la capital mexicana.
"Fueron atacados cuando ya se iban de Iguala, y por la metralla disparada hubo una orden de pararlos a como diera lugar", dice Reveles, quien enfatiza que el plan de los alumnos no era entrar en esa ciudad y solo se percataron de que un conductor les habían encerrado con llave en la terminal.
La geografía montañosa de Iguala, una ciudad de apenas 140.000 habitantes en el estado conflictivo de Guerrero, la ha convertido en "el corazón de los sembradíos de amapola, de todo el hemisferio, dominada por grupos extremadamente violentos", dice Reveles.
Los criminales han sometido y corrompido alcaldías y policías municipales de Guerrero para obligarles a servir y proteger a "un negocio que mueve unos 17.000 millones de dólares anuales, solo por el tráfico de opiáceos derivados de la amapola", concluye Reveles.
