Tras una larga procesión funeraria, Abed al Rahman fue enterrado en el cementerio de Aida en presencia de vecinos de este campo, el de Dheisheh, y las ciudades de Belén, Beit Jala y Beit Sahur, entre otras localidades palestinas, así como representantes de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
La entrada del cementerio estaba flanqueada por banderas de Fatah —el partido del presidente palestino, Mahmud Abás-, del movimiento islamista Hamás y del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP); también aparecieron las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, vinculadas a Al Fatá.
Abed al Rahman llegó ayer de la escuela al campo de refugiados a las 13.30 horas y doce minutos después, lo mató una bala.
"Mi hijo no llevaba armas, no tiraba piedras, pero le dispararon en el corazón con una bala silenciosa", dijo a Sputnik Nóvosti Dalal Obeidalah, la madre de Abed al-Rahman: "Mi hijo fue ayer al colegio y nunca volvió", afirmó llorando.
Abed al Rahman entró en Aida por el acceso que lleva a una gran puerta con una llave, símbolo del retorno de los palestinos a sus tierras y sus casas, en la mayoría de los casos expropiadas en 1948, cuando se creó el Estado de Israel y estalló la posterior guerra entre Israel y una coalición de países árabes.
En las cercanías había disturbios entre jóvenes palestinos y soldados israelís.
Alguno disparó y alcanzó a Abed al Rahman en el pecho y a un compañero suyo en la pierna.
En seguida los llevaron al hospital de Beit Jala en un coche particular, pero Abed al Rahman no sobrevivió.
El Ejército israelí comunicó ayer que la muerte del niño fue "accidental", "no intencionada" y por una bala que se desvió, según una investigación interna.
"Abed al Rahman no representaba ninguna amenaza para los soldados, si matas así a un niño no eres humano", afirmó a Sputnik Nóvosti Mohamed al Azza, director de medios del Centro Lajee, un espacio cultural de Aida.
"En Palestina hay cada vez más indignación, la gente vive bajo una gran opresión, en un sistema de apartheid, todo esto explotará un día", indicó Al Azza al explicar que "la vida es cada vez más difícil y esto acaba llevando a la gente a pensar en ir a la guerra para acabar con este conflicto".
Israel, agregó, "nos quita cada día más tierra, pero nadie les dice nada y por eso sigue matando, vendrán las ONG a redactar sus informes sobre la terrible situación, pero no cambiará nada".
Dos residentes del campo de refugiados de Dheisheh comentaron que los ataques y disturbios de los últimos días en Cisjordania y Jerusalén son ya el inicio de la tercera intifada, que se librará "con piedras, como la primera".
