La historia de Ibargüen, que se coronó por segunda vez consecutiva campeona mundial de salto triple, empieza, como la de otros grandes deportistas, en la pobreza y el sacrificio. Nació en Apartadó, Antioquia, en el noroeste de Colombia, una zona asolada por la violencia del paramilitarismo y la discriminación a los afrodescendientes. Criada por su abuela, ante la separación de sus padres, empezó a practicar a los 12 años, hasta que su entrenador la impulsó a vivir en Medellín. Desde entonces, su vida cambió. Con su altura (1.80 metros), esta mujer de ébano empezó a destacarse en el salto.
Pero el éxito no viene solo. Para seguir progresando, Caterine tuvo que irse del país a Puerto Rico, donde estudia séptimo semestre de Enfermería y es entrenada por el cubano Ubaldo Duany. En 2011 logró la medalla de bronce en el Mundial de Corea del Sur, en los Juegos Olímpicos de Londres obtuvo la medalla de plata y conquistó el oro en el Mundial de Atletismo de Moscú. Desde entonces lleva 29 victorias consecutivas y no ha perdido una sola prueba.
Pareto, la médica y campeona de judo argentina, es otra hija del esfuerzo y la autosuperación: para entrenar, viajaba 140 kilómetros, ida y vuelta, desde su casa en el norte del gran Buenos Aires, hasta la ciudad de La Plata, mientras que preparaba sus exámenes de medicina para graduarse.
La deportista argentina ha logrado subir al podio en todos los torneos en los que compitió: tres medallas en los Juegos Panamericanos, bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, y dos torneos mundiales (plata en Moscú 2014, y oro en 2015), convirtiéndose en la segunda campeona mundial de judo de la Argentina.
Paula y Caterine, la médica y la enfermera, ahora se preparan para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.
