Grecia: Austeridad contra soberanía

© AP Photo / Thanassis StavrakisUn grafiti en uno de los edificios en Atenas
Un grafiti en uno de los edificios en Atenas - Sputnik Mundo
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Con la crisis de Grecia, Europa está librando una guerra a muerte entre austeridad y soberanía, donde todos sus protagonistas son culpables, pero especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los griegos tienen derecho a decidir su futuro, aunque éste dé miedo y ponga en cuestión toda la unión monetaria europea.

Después de dos rescates desde 2010 que totalizan más de 240.000 millones de euros, la situación del Estado helénico se ha tornado simplemente insostenible. Mientras el país se sumía en la recesión, el préstamo que ha ido llegando desde la Unión Europea, el FMI y otros acreedores internacionales se ha ido gastando mayoritariamente en pagar los intereses de una deuda pública hipertrofiada.

No han funcionado las políticas de austeridad que defiende la troika —el Banco Central Europeo (BCE), la Comisión Europea y el FMI- y sobre todo la canciller alemana, Angela Merkel. Lo que han conseguido estas tres instituciones ha sido que Atenas no pueda financiarse en los mercados internacionales y que su liquidez sea muy limitada. Los ajustes impuestos han sido tan severos que han hundido el crecimiento económico y desbocado la tasa de desempleo.

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Nadie se salva de la culpa. Syriza, el actual partido griego en el poder, no es el causante directo de las tremenda crisis económica que azota a Grecia. Fueron los gobiernos de Nueva Democracia y del PASOK, aliados del PP y del PSOE respectivamente, quienes falsearon las cuentas contables para cumplir con las exigencias de adhesión al euro y quienes posteriormente entregaron la soberanía a los "hombres de negro" para recibir el dinero salvador.

También no es menos cierto que el Estado griego ha ido forjando durante años una serie de características autodestructivas que le han llevado a este callejón sin salida: gran infraestructura pública, clientelismo, fraude fiscal, pensiones excesivas, corrupción… El turismo y el sector naviero, principalmente, sirvieron para mantener la economía a flote hasta que Atenas decidió subirse al barco del euro, en el que entró en 2001.

Aunque ha tenido poco margen de maniobra porque sólo lleva seis meses en el Gobierno, al primer ministro griego, Alexis Tsipras, también le corresponde su parte alícuota de responsabilidad. Desbordado por el contexto, no ha sabido aliarse con sus socios del sur —Francia, Italia y España-, lo que ha limitado su capacidad negociadora y le ha aislado. Sus últimos giros desesperados de negociación han desconcertado al Eurogrupo y le han restado credibilidad. Tampoco ha ayudado mucho la actitud presuntuosa de su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis.

Pero Grecia ha estado haciendo los deberes que le pusieron. Ha despedido a funcionarios, ha subido los impuestos, ha endurecido el sistema de desempleo y ha disminuido su gasto público en cinco puntos porcentuales, pasando del 54% del PIB en 2011 al 49% en 2014. Los datos del déficit presupuestario también son aleccionadores pues en esos mismos cuatro años se ha reducido del 10,2% al 3,5%. Sin embargo, por contra, el PIB se ha hundido un 14% en ese mismo periodo 2011-2014.

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La Comisión Europea, por su parte, ha hecho gala de una falta de empatía absoluta. No ha querido ponerse en el lugar de los griegos cada vez más empobrecidos. Bruselas se ha dejado llevar por el "diktat" de Berlín, para quien la austeridad se ha convertido en un valor intocable y sacrosanto.

Además, el ejecutivo comunitario se ha venido plegando a los intereses egocéntricos de la banca privada europea, temerosa de ver sus depósitos expuestos a una hipotética suspensión de pagos y dispuesta a deshacerse de unos títulos que no quería poseer. Pero, ¿no se habían comprometido los bancos de Alemania en mayo de 2010 a mantener en su cartera los bonos de los países de la periferia? Víctimas de una sospechosa amnesia, la Comisión y el BCE se olvidaron de esa promesa y apoyaron la compra con descuento de deuda griega a los bancos alemanes y franceses. Los bonos pasaron, en buena medida, a las manos de los gobiernos europeos y de las instituciones públicas. Las entidades bancarias suspiraron aliviadas, pero los nuevos acreedores no se han comportado mejor que ellas.

Como subraya el economista jefe del banco estadounidense Citigroup, el profesor Willem Buiter —quien precisamente acuñó el término Grexit en 2012-, "la actitud de los acreedores (léase los gobiernos europeos y el FMI) es desastrosamente cortoplacista, tratan de extraer sangre de las piedras".

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El FMI es probablemente el mayor responsable de toda esta pesadilla. Su política de represión financiera ha terminado "argentinizando" la economía de Grecia, con la imposición de un corralito bancario (la restricción de la libre disposición de dinero en efectivo) y el control de capìtales. Fracasaron pues los planes que habían funcionado en algunos estados de Latinoamérica.

Los errores del Fondo Monetario Internacional han sido tan flagrantes que hasta sus propios directivos los han tenido que admitir. Su economista jefe, Olivier Blanchard, ya reconoció en 2012 que la dosis de austeridad fue excesiva y que se equivocaron en los pronósticos de recuperación económica de Grecia. Con mucha sutileza Blanchard dijo entonces que los esfuerzos de los países de la eurozona para contraer sus déficits mediante los recortes del gasto público y el aumento de impuestos estaban causando más daños de los esperados.

Y hace unos días, el entonces director gerente del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, artífice del programa de 2010, destacó que él y su equipo cometieron un enorme error estratégico y que era necesario prorrogar los plazos (salir del cortoplacismo) y aprobar una quita significativa de la deuda pública griega.

La deuda griega - Sputnik Mundo
La deuda griega
La reestructuración de la deuda no supondría el fin del mundo. Alemania ya se benefició en 1953 de una quita del 62% gracias a un acuerdo que firmaron numerosos países europeos, entre ellos Grecia. Esa medida tendría fuertes costes para cada acreedor. Por ejemplo, si la condonación alcanzara el 50% del total, España perdería 16.000 millones de euros.

Ya hay voces muy autorizadas en Europa y Estados Unidos, como la del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que apoyan el no en el referéndum promovido por Tsipras y fijado para el 5 de julio. El jefe del Ejecutivo de izquierdas aboga por que sea el pueblo heleno quien finalmente decida si acepta o no unas nuevas condiciones draconianas. Si sobre los ciudadanos recae la soberanía nacional, parece lo más democrático que sean ellos, y no los políticos, los que tomen esta complicada y comprometedora decisión. En esta partida de póker, Tsipras insiste en mantenerse dentro del euro, rechaza el "chantaje" de las instituciones europeas, y busca continuar las negociaciones pero fortalecido tras el apoyo de las urnas.

La quita de la deuda soberana podría ir acompañada del restablecimiento del dracma. No es descabellado creer que esa opción ya esté sobre la mesa del propio BCE. Atenas podría entonces dinamizar rápidamente su mercado interno y estabilizar pagos, según opina Juan Torres López, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y miembro del comité científico de ATTAC.

Es cierto que Grecia pasaría entonces por un verdadero calvario —suspensión de pagos o default, hiperinflación, dificultades de financiación, desabastecimiento de productos-, pero también es cierto que volvería a ser dueña de su propio destino. Podría acometer una fuerte devaluación de su moneda nacional —algo que hasta ahora no puede hacer pues se encuentra dentro del paraguas del euro- y encontrar así la senda de la recuperación económica en un plazo de dos o tres años.

Grecia, miembro de la OTAN, tendría que buscar otros mercados de financiación externos a la Unión Europea, como los de Rusia o China, con el fin de sellar nuevas alianzas comerciales, y eso tendría consecuencias geopolíticas insospechadas y posiblemente desagradables para Estados Unidos.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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