Espionaje entre amigos

© AFP 2023 / Alain JocardPresidente de EEUU, Barack Obama y presidente de Francia, François Hollande
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Hacía tiempo que Francia no amanecía tan indignada. La 'nueva' Francia atlantista y cada día más fiel aliada de Estados Unidos comprueba que su aliado norteamericano le somete desde hace años a un severo espionaje que incluye los teléfonos y correos electrónicos de sus presidentes y ministros.

Wikileaks anuncia que estas informaciones son solo un aperitivo de lo que vendrá sobre la labor del espionaje norteamericano; y París tiembla. A la sede de la NSA y de la CIA llegaban cada día informaciones sobre cada estado de ánimo de los presidentes Chirac, Sarkozy y Hollande.

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El Depatartamento de Estado conocía de antemano la estrategia francesa sobre Oriente Medio, su posición ante la crisis griega y, muy especialmente, la evolución de las negociaciones comerciales entre Francia, sus aliados europeos y su ‘amigo' norteamericano.

Entre 2004 y 2005 los técnicos estadounidenses instalaron en la azotea de su embajada en París una estación de telecomunicaciones camuflada bajo una lona donde se habían dibujado ventanas. Son detalles que más que alimentar el guión de una película de espionaje, parecen sacados de una comedia.

¿Ventanas dibujadas para despistar al contraespionaje francés o a toda la comunidad de espías internacionales que trabaja en la capital francesa? Lo cierto es que esas obras y ese dispositivo electrónico pueden observarse también por cualquiera a través de internet o mediante drones, tan utilizados en París por supuestos aficionados que escapan al control de la policía.

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Washington, en su reacción oficial a las revelaciones de Wikileaks, admite que los presidentes Chirac y Sarkozy fueron espiados, pero niega que el actual inquilino del Elíseo haya sufrido igual tratamiento. Difícil de creer. Especialmente ahora que las negociaciones sobre Grecia se han acelerado, que el tratado comerical transatlántico se discute y que la vida privada de Hollande es mucho más apasionante que la de sus preecesores, aunque en este punto, Chirac y Sarkozy no eran tampoco aburridos.

Las informaciones desveladas certifican que los miembros del gobierno actual tienen pinchados sus teléfonos. De poco le ha servido a los franceses utilizar teléfonos especiales anti-espionaje «made in France». Ahora hay diputados franceses iracundos que exigen la demolición de la sede diplomática estadounidense en París.

Sería una pena derruir un edificio de los años treinta del siglo XX, tan bien situado, en el mismo barrio que el Palacio presidencial y de la sede del palacete donde trabaja el Primer Ministro del país. Los espías norteamericanos tenían sus objetivos localizados a pocos metros de su oficina, todo eran facilidades.

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Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los denominados «Five eyes» (cinco ojos) intercambian información sobre sus objetivos de vigilancia y, a veces, llevan a cabo operaciones conjuntas. Alemania, cuyos servicios sectretos fueron organizados con ayuda estadounidense en los años 50, se ha unido al club angloparlante. Francia descubre ahora que sus principales aliados, incluido Berlín, están al tanto de cada movimiento comercial o político.

Para los responsables políticos, las informaciones de wikileaks revelan lo que ya se podía suponer, que el espionaje entre aliados es algo común. Para la opinión pública francesa, las revelaciones suponen un golpe a los intentos de eliminar el sentimiento anti-yanqui de muchos ciudadanos. Para los guionistas de cine, la información representa un nuevo reto: los malos de las películas ya no son solo los malvados espías rusos.

 

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