El presidente ruso, Vladímir Putin y el primer ministro griego, Alexis Tsipras han sido los protagonistas ausentes de la reunión de los países considerados más ricos del planeta. El precario acuerdo sobre la limitiación del recalentamiento mundial no pudo ocultar que la situación en Ucrania y la crisis griega acaparara el grueso de las preocupaciones.
Los países europeos presentes se rencontrarán los días 25 y 26 de junio, para decidir sobre la continuidad del castigo a Moscú. Angela Merkel dijo al final de la reunión de Elmau que «estamos dispuestos a reforzar las sanciones a Rusia por su comportamiento en el Este de Ucrania. Pero esa unanimidad subrayada por la jefa de gobierno alemán no refleja la realidad sobre el terreno en la Unión Europea. Uno de los siete dirigentes presentes en el G7, el italiano Matteo Renzi, aboga por suavizar las medidas impuestas al régimen de Vladímir Putin. Su propio Ministro de Exteriores, Paolo Gentilone, el día final de la cita, en entrevista al diario Il Corriere della Sera, abogaba por «garantizar a Rusia que el ingreso de Ucrania en la OTAN es irreal».
Otros representantes de gobiernos, como el español, el checo, el húngaro o el griego ya han planteado también la necesidad de hacer lo posible por acabar con las sanciones contra Moscú. Entre los 28 miembros del «club europeo» no existe esa unidad de criterio en la que insiste Merkel, y menos aún entre los ciudadanos de la Unión.
Uno de los voceros de la Casa Blanca, Josh Earnest, afirmó también durante el encuentro del G7 que «los países de la UE se sacrifican» imponiendo sanciones a Rusia y «sufren más las consecuencias que Estados Unidos». Sus palabras no sirven para calmar las inquitudes de los productores y consumidores del Viejo Contiente. Washington culpa a Moscú de «volver a la guerra fría», pero desde algunas capitales europeas se ve de modo diferente: son los Estados Unidos los que hacen todo lo posible por alejar a Moscú de Bruselas y aprovecharse del «sacrificio» europeo.
El Jefe del Pentágono, Ash Carter, también contribuyó desde fuera de Baviera al calentamiento verbal del G7 afirmando que «las sanciones han tenido un efecto sobre la economía rusa, pero hay otras cosas que debemos hacer, ya que Putin no ha variado su política». El responsable de Defensa de los Estados Unidos no especificó qué otras medidas se podrían tomar.
El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, añadía por su parte que Moscú había enviado recientemente armas sofisticadas a los «rebeldes separatistas».
En esas condiciones, la reunión del G7, vampirizada al inicio por la crisis griega, finalizó oscurecida por el impasse ucraniano. El acuerdo para enfriar la Tierra en dos grados, fue el títular de consolación para una cumbre en la que los principales objetivos de las críticas no fueron invitados al debate.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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