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Ofensiva para prohibir el glifosato en Argentina

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Activistas, académicos y profesionales de distintas disciplinas de Argentina presentaron este viernes una petición formal a las autoridades para que prohíban el uso del herbicida glifosato en todo el territorio nacional.

Un grupo especializado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó hace 76 días al glifosato como "probablemente cancerígeno", pero desde entonces los gobiernos de los países sudamericanos que hacen uso intensivo del herbicida no han hecho pública su posición.

En este contexto se presentó este viernes una petición de 400 páginas al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) de Argentina para que prohíba el uso de glifosato, informaron la Red Universitaria de Ambiente y Salud y el movimiento de Médicos de Pueblos Fumigados, dos de los 17 grupos, cátedras y organizaciones que encabezan las críticas a este herbicida.

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De forma simultánea, la Campaña Nacional por la Prohibición del Glifosato se lanzó este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

En la petición se reclama al Senasa que inicie el análisis de riesgo "de todos los registros con el principio activo glifosato", considerando que el 20 de marzo el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la OMS lo clasificó como "probablemente cancerígeno para los humanos", tras revisar la literatura científica sobre este y otros cuatro plaguicidas.

Los reclamantes piden asimismo que "se restrinja" en forma cautelar su uso terrestre y aéreo en distancias menores a 5.000 metros de centros poblados.

Finalmente, requieren que "se nos exhiban los estudios de evaluación de impacto en el ambiente y en la salud que se presentaron para la autorización del principio activo glifosato".

Según la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes de Argentina, el herbicida se aplica a cultivos transgénicos de soja, maíz, girasol, algodón, trigo, frutas y a plantaciones forestales, y solo en este país su uso se extiende por 28 millones de hectáreas, con 182 millones de litros vendidos en 2012.

El biólogo Fernando Mañas, del Grupo de Genética y Mutagénesis Ambiental de la Universidad Nacional de Río Cuarto, dijo a Sputnik Nóvosti que "los estudios que hemos realizado evaluando la genotoxicidad del glifosato y de su principal metabolito AMPA, así como decenas de otros trabajos en todo el mundo", indican que ambos "son capaces de generar daños en el material genético, tanto sobre cultivos celulares (in vitro) como en animales de experimentación".

En cambio, José Perdomo, presidente ejecutivo de CropLife Latin America, cuestionó la solidez del fallo del IARC.

Es un grupo de científicos que "dispone de una sola semana y hace una revisión bastante "light" de los estudios disponibles", además de que solo considera "el peligro de productos o sustancias sin analizar el riesgo", dijo Perdomo a Sputnik Nóvosti.

Un peligro puede ser cualquier elemento con potencial de causar daño, mientras el riesgo es la posibilidad, alta o baja, de que ese peligro produzca algún daño.

CropLife International solicitó aclaraciones por escrito al IARC, "pues esta es una controversia que ellos mismos han creado y en algún momento van a tener que explicar su metodología", agregó Perdomo.

En su opinión, "si se toman las medidas correctas, los agroquímicos en general no van a causar ningún problema al ambiente o a la salud; en cambio los problemas existen cuando las personas no los emplean de la manera correcta".

Mañas apuntó que "gran cantidad de la evidencia científica" demuestra que "los niveles de toxicidad del glifosato son superiores a los que la industria le adjudica", y de hecho la clasificación del IARC sobre "su potencial carcinogénico" se basó apenas "en una parte de la evidencia científica que se ha venido acumulando en los últimos años".

El investigador subrayó que "la información sobre la existencia de diversos aspectos toxicológicos del glifosato" fue "generada por investigadores independientes, publicada en revistas científicas especializadas y sometida a la correspondiente revisión por pares".

Mientras "la información que supuestamente demostraría su inocuidad ha sido generada por las propias empresas productoras y comercializadoras", la gran mayoría "no ha sido publicada y tampoco está disponible para la comunidad científica", dijo Mañas.

El glifosato fue patentado en 1974 por el laboratorio estadounidense Monsanto como Roundp y comercializado en paquetes que incluyen semillas de variedades genéticamente modificadas para resistir sus efectos.

La patente cayó en 2000, y ahora el producto es también fabricado en distintas formulaciones por Syngenta, Basf, Bayer, DuPont, Dow AgroSciences, Atanor, YPF y Nidera.

Hace años, comunidades de zonas cercanas a las plantaciones de soja se quejan de problemas de salud, avaladas por el movimiento de Médicos de Pueblos Fumigados que fue detectando en esos lugares mayor incidencia de cáncer y malformaciones congénitas respecto de las cifras nacionales.

Pero no hay estudios epidemiológicos ordenados por las autoridades sanitarias.

"Desde hace años que desde nuestro grupo de investigación venimos reclamando estudios" para cuantificar "niveles de glifosato, AMPA y de otros plaguicidas –como cipermetrina, clorpirifós y endosulfán— en el ambiente y en poblaciones humanas", dijo Mañas.

En América del Sur, la única reacción a la clasificación del IARC la adoptó el Gobierno de Colombia, que el 14 de mayo decidió cesar las fumigaciones aéreas con glifosato sobre siembras ilícitas de coca (materia prima de la cocaína), si bien sus usos en la agricultura continúan.

El peso del boom agrícola

Es que el glifosato está atado al boom de la agricultura exportadora, encabezado por la soja como producto estrella en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.

La industria agroquímica acompañó este ascenso: en el período 2001-2014 creció entre 8% y 9% en la región, mientras en todo el mundo el aumento fue de 5,6%, según datos de abril de la consultora de agronegocios Phillips McDougall.

"Sin el glifosato sería imposible la cero labranza que conserva los suelos; es un producto mundialmente importante para la agricultura", dijo Perdomo.

Esta forma de cultivo no requiere remover el surco ni retirar los residuos vegetales de la cosecha anterior, lo que permite conservar humedad, nutrientes y fertilidad en los suelos, mejorando el rendimiento de suelos de productividad baja.

La mitad de los 110 millones de hectáreas con cero labranza del mundo está en América Latina, 15 millones en Brasil y casi 20 millones en Argentina, señala un libro que publicó el año pasado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Los autores agregan que América Latina y el Caribe es "la región con mayor exportación neta de alimentos del mundo", pese a que "solo ha alcanzado una pequeña parte de su potencial para ampliar la producción agrícola para el consumo regional y la exportación mundial".

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