La civilización euroasiática como medio de supervivencia

© Sputnik / Vladimir Trefilov / Acceder al contenido multimediaVladímir Lepiojin
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En un contexto de persistentes amenazas por parte de EEUU, la OTAN y los funcionarios de la UE, para la Unión Europea Euroasiática (UEEA) ya no se trata de intensificar la interacción euroasiática sino de pasar una prueba de resistencia, cree Vladimir Lepiojin, miembro del Club Zinóviev de Rossiya Segodnya.
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Hoy en día Rusia y sus países vecinos llevan a cabo un gran número de actividades en el marco de la integración euroasiática, durante las cuales se repiten una y otra vez las trivialidades sobre el difícil presente y el luminoso futuro de la Unión Económica Euroasiática (UEEA). Sin embargo, estas declaraciones han quedado despojadas de su significado real.

Al mismo tiempo, todos tienen miedo a discutir las perspectivas de la integración euroasiática desde la perspectiva de los intereses geopolíticos de sus participantes. Eso a pesar de que es impensable hablar de los procesos integracionistas en el espacio postsoviético sin tomar en consideración la situación política en la región y en el mundo que nos obliga a construir un nuevo sistema de relaciones interestatales, al menos en el territorio de Eurasia. Y si miramos la UEEA desde una perspectiva sociocultural o política veremos que en la parte oculta de este proyecto, en el primer plano está la política, no la economía.

Para empezar hay que decir que la UEEA es una estrategia de posicionamiento en la política exterior de cada uno de los Estados miembros. Cada estrategia internacional consta de varias dimensiones que determinan los objetivos de cada una de ellas. Se suele hablar de cuatro dimensiones principales de la política exterior de cualquier país: global, transrregional, regional y local.

BRICS es, obviamente, una asociación global y una alternativa a G7 que fijó el llamado enfoque de sistemas-mundo lanzado en su tiempo por los ideólogos liberales como Immanuel Wallerstein para poner una base teórica a la división racista del mundo en el centro (la "súper sociedad" en la terminología del pensador ruso Alexander Zinóviev), la semiperiferia y la periferia.

La OCS es una asociación transrregional que facilita la cooperación de los Estados de diferentes civilizaciones. La Unión Económica Euroasiática (al igual que la OTSC y la CEI) es una asociación a nivel regional.

La dimensión regional no suele exigir estrategias y formatos diplomáticos específicos, ya que los líderes de los países vecinos (en este caso de Bielorrusia, Kazajstán y Rusia) pueden hablar prescindiendo de cualquier formato, sobe la base del principio de buena vecindad, en cualquier momento. La UEEA no se creó para fines diplomáticos a nivel de la cooperación interestatal, sino con unos objetivos concretos más allá de la realización formal de los protocolos de la diplomacia. Cabe señalar que el ingreso de Armenia en la UEEA confirió a la asociación la condición de transrregional. Es por eso que la firma del Acuerdo de Adhesión por parte de los líderes armenios tuvo tanta importancia para la UEEA.

Hay que ser consciente también de que los objetivos de cualquier asociación pueden ser declarados (abiertos) y verdaderos (normalmente ocultos). Y, por supuesto, cada uno de los países miembros de la UEEA tiene sus propios objetivos, que no tienen por qué ser idénticos en todos los detalles.

Es evidente que cada país de la UEEA persigue sus propios objetivos políticos y estratégicos ocultos, en particular con respecto a sus principales socios económicos. Y si no tiene ningún sentido discutir los objetivos declarados, porque se divulgan a través de los medios y son ampliamente conocidos, sí es necesario comprender y tener en cuenta los objetivos ocultos.

En el caso de la UEEA, los objetivos declarados son la integración económica, la creación de un mercado libre de productos, mano de obra y capitales, garantías de crecimiento para las economías nacionales, etc. Si, en cambio, queremos hablar de los objetivos verdaderos y, de momento, ocultos de la integración euroasiática, el primero y el más importante de ellos tiene que ver con la necesidad de asegurar el desarrollo civilizacional de Rusia y del espacio postsoviético.

El carácter civilizacional del proyecto euroasiático se traduce en una inevitable presencia en los procesos integracionistas en el espacio postsoviético de los motivos, intereses, objetivos y fundamentos políticos, socioculturales y de otro tipo. De ahí que no haga falta declarar públicamente el carácter político de la UEEA pero hay que comprender que es fruto de la búsqueda por parte de cada participante del proyecto euroasiático de su identidad específica, civilizacional.

El proceso de búsqueda de la identidad civilizacional (o sea, supranacional y transrregional) es un proceso objetivo, aunque, lamentablemente, no se concibe por las élites postsoviéticas como una meta a largo plazo en el desarrollo de los nuevos Estados Independientes; ni siquiera está bien articulado en el círculo de personas que se consideran ideólogos del eurasismo. Esta es la razón por la que el "desarrollo civilizacional" no es un objetivo, sino tan solo una de las hipótesis que vagabundean en el seno de los clubes de filosofía política.

Durante casi veinte años las autoridades rusas partieron de la hipótesis de que Rusia puede llegar a formar parte de la Gran Europa, desde Vladivostok hasta Lisboa. La hipótesis no se cumplió: en la Gran Europa no hay sitio para Rusia y no lo habrá en los próximos, al menos, cincuenta años. El fracaso de este modelo de desarrollo dio lugar a una nueva hipótesis que presenta a Rusia como un nuevo imperio, mientras que el giro de Rusia hacia Oriente generó una avalancha de falsas teorías: que Rusia forma parte de la Unión de las civilizaciones no occidentales, que es un Reino Ortodoxo, la Nueva Horda o incluso la Escitia Renaciente.

En vista de que de tanto en tanto vuelven a aparecer (e imponerse masivamente a través de las redes sociales) las cuasi-hipótesis sobre Rusia, es muy importante aplicar un análisis crítico a las manifestaciones espontáneas de la conciencia colectiva. Es esto lo que hace el presidente de Rusia dejando al margen las llamadas de ciertas figuras a introducir inmediatamente en la Constitución una cláusula sobre la ideología nacional.

Creemos que cada una de estas hipótesis o cuasi-hipótesis debe ser confirmada o refutada mediante la confirmación o refutación de cada uno de sus ideologemas y los constructos que generan. Uno de estos constructos se basa en el hecho, difícil de comprender para un ciudadano de a pie, de que lo civilizacional está por encima de lo étnico, por lo tanto la creación de la UEEA, en realidad, significa el fin del proyecto transeslavo (el siglo XX reveló la inconsistencia del proyecto paneslavo, y el XXI, la del proyecto transeslavo). Y también significa que el formato de desarrollo de la Federación de Rusia pasa a colocarse en el marco del proyecto eslavo-túrquico (o ruso-túrquico). En este sentido tenemos que concentrarnos en el contenido de, al menos, dos constructos ideológicos:

a) que la civilización euroasiática podrá y tendrá que basarse en la unión sociocultural eslavo-túrquica,

b) que la Unión Económica Euroasiática tiene que tener dos núcleos complementarios de integración.

Aquí cabe añadir que la perspectiva de la consolidación de una unión eslavo-túrquica es un discurso esencialmente nuevo de las investigaciones civilizacionales modernas. Al igual que la tesis sobre la "binuclearidad" de la emergente civilización euroasiática.

Los objetivos arriba mencionados (hipótesis) ocultos en el proyecto euroasiático ponen de manifiesto la necesidad de modernizar la actual política exterior de Rusia. Es obvio que el concepto de la "fuerza blanda" debe ser tirado a la basura junto con toda la inútil terminología prooccidental.

La deficiencia (que, a veces, roza la criminalidad) de la metodología europea de la diplomacia secreta y pública se manifiesta en la interacción actual de los organismos europeos y los rusos. Vemos cómo la política exterior de Occidente está dejando de lado las técnicas de la "fuerza blanda" a favor de la violencia organizada por parte de la OTAN y la demagogia irremediable por parte de la PACE envueltas ambas en los papelitos brillantes de las instituciones de la UE y la OSCE.

El nuevo concepto de política exterior de Rusia deberá construirse a partir de la idea de la "protección colectiva de los intereses civilizacionales de Eurasia" y prever el desarrollo de los nuevos formatos de cooperación internacional que impulsen la interacción de Rusia con los países vecinos, como el "sexteto caucásico", el "quinteto del Caspio", los "diez países bálticos", etc. Y, por supuesto, el formato de la UEEA, una organización que represente los intereses básicos de varios (hoy son cuatro, mañana podrán ser ocho o veinte) Estados euroasiáticos. Está claro que con los esfuerzos de los antiguos embajadores de EEUU en Rusia y de Rusia en EEUU, y de los representantes del Partido Republicano estadounidense y Rusia Unida deberá ser restablecido un formato bilateral de las relaciones entre Rusia y EEUU.

Antes de la primavera de 2014, la principal misión de la UEEA era garantizar la intensificación de la integración de los tres países euroasiáticos, hacerla más profunda y eficaz que su antecesora, la Unión Aduanera. Hoy en día, en el contexto de las persistentes amenazas por parte de EEUU, la OTAN y los funcionarios de la UE, ya no se trata de intensificar de la interacción euroasiática sino de la supervivencia de Rusia y los Estados vecinos, de pasar una prueba de resistencia para la UEEA.

No nos cabe la menor duda de que la UEEA no sólo saldrá airosa de esta prueba, sino que se convertirá en una de las asociaciones interestatales más atractivas en el futuro… Aunque esta tesis también podría ser vista como una hipótesis que necesita ser confirmada en la práctica.

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