El frente cultural de la nueva Guerra Fría

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En la nueva Guerra Fría la aprobación de los ‘Fundamentos de la política cultural estatal’ es condición necesaria para la supervivencia de Rusia, opina Pável Rodkin.
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La superación de la distancia ideológica que existe entre la cultura y la sociedad y el Estado precisa de un replanteamiento fundamental del papel de la cultura en los procesos políticos y sociales del siglo XX, que vuelven a cobrar importancia, debido a la nueva Guerra Fría entre Rusia y la supracomunidad occidental. La aprobación de los ‘Fundamentos de la política cultural estatal' será el primer paso en esta dirección, porque la cultura rusa moderna, en su oposición al Estado, se ve incapaz de ofrecer una respuesta a los retos históricos formulados ante toda la sociedad.

Los fundamentos lógicos y ideológicos de la política en la esfera de la cultura

La relación entre la cultura y el poder en Rusia representa un problema fundamental y la falta de solución sigue ejerciendo una importante influencia tanto en la agenda propiamente cultural, como en la política. Sin embargo, para poder formar un papel y unas funciones positivas en la sociedad actual es necesario tener fundamentos lógicos, ideológicos y, finalmente, metodológicos precisos.

Veamos, la cultura no existe fuera de la sociedad, dado que fuera de ésta únicamente existe la naturaleza. Este postulado tiene que ser el punto de partida de todos los debates sobre la política actual en la esfera de la cultura.

La cultura fuera de la sociedad o la cultura por la cultura —es decir, per se- no tiene sentido. Pero a la hora de hablar del proceso cultural "real" surgen múltiples especulaciones y manipulaciones que crean una imagen tergiversada introducida luego en la conciencia de las masas.

El truco suele consistir en separar y contraponer deliberadamente la sociedad y el Estado, y por lo tanto la cultura, en su relación al Estado y a la política estatal. La expresión misma "política cultural" se sigue viendo en Rusia como algo antinatural y forzoso, y se da un cariz extremadamente negativo a la política cultural estatal y considerándose casi obligación de la "minoría intelectual" dirigir sus actividades contra el Estado.

Una personalidad de la cultura o simplemente una persona culta ha de ser, bajo este ángulo de la visión, un partidario ferviente de la oposición o un "idiota", en el sentido antiguo de esta palabra, es decir, una persona que vive alejada de la vida social. Mientras que a una "persona normal" la política estatal ha de suscitarle miedo, aversión y reprobación.

Por supuesto, si reconocemos que la sociedad es la condición necesaria para la existencia de la cultura, habremos de reconocer que la cultura es inseparable de las instituciones sociales en el marco del Estado. Y todo Estado, independientemente de su condición democrática o autocrática, promueve mediante el consenso social, y a veces en contra de éste, una determinada política cultural. En este sentido no existe cultura fuera de la política.

De esta forma, en los ‘Fundamentos de la política cultural estatal' están plasmados los principios lógicos adecuados de la existencia misma de la cultura en Rusia y por primera vez se explica de manera inequívoca su importancia social y política. El documento dice lo siguiente: "La cultura es el conjunto de instituciones, fenómenos y factores, tanto formales como informales que influyen en la conservación, creación, transmisión y difusión de valores espirituales (éticos, estéticos, intelectuales, civiles, etc)", la política cultural son las acciones emprendidas por los organismos del poder público de la Federación de Rusia y las instituciones sociales y encaminadas a apoyar, preservar y desarrollar todas las esferas de la cultura y todo tipo de actividades creativas por parte de los ciudadanos de Rusia, así como la formación personal basada en la escala de valores propia de la sociedad rusa".

Lección histórica: la cultura y la Guerra Fría

En la segunda mitad del siglo XX (1946-1991), la cultura representaba un frente de Guerra Fría independiente y de pleno derecho. Dos sistemas enfrentados usaban la cultura para reforzar su competición ideológica y extender su influencia en el mundo.

Estados Unidos no podía rivalizar con la URSS en lo referente a la cultura clásica, algo de lo que los políticos occidentales se dieron perfecta cuenta a principios de los años 50. Washington exigió que la cultura nacional se volviera a crear casi desde cero, para ser difundida más tarde (junto con la globalización y la implantación de los valores occidentales) en Europa, Asia y, finalmente, Rusia.

Las labores concretas de los servicios secretos occidentales en el ámbito de la propaganda cultural son descritas en su estudio ‘Who Paid the Piper?: CIA and the Cultural Cold War' de la historiadora y periodista británica, Frances Stonor Saunders. Semejante análisis curiosamente era ideológicamente negado en la Rusia postsoviética, considerándose "inaplicable" al campo de la cultura.

En realidad, tanto en EEUU como en la URSS, la cultura se usó en la misma medida como arma humanitaria. Intentar achacar esta actitud únicamente a una de las partes no sería sino triquiñuelas ideológicas, cosa que, por otra parte, se hace con facilidad respecto a la sociedad soviética. A fin de cuentas, para la URSS la Guerra Fría acabó en una catástrofe no sólo geopolítica y social, sino también cultural, por adoptar la sociedad las peores y más destructivas muestras de la cultura occidental.

La cultura que se implantó después de la destrucción de la sociedad soviética sigue con su misión destructiva. La cultura nacional se está desmontando bajo el pretexto de su escasa eficiencia, se la intenta poner al servicio del mundo de los negocios y de la supracomunidad global, para que en el futuro los círculos empresariales no se encuentren ningún obstáculo lógico ni ideológico.

El frente cultural de la nueva Guerra Fría

La cultura contemporánea rusa es vertebrada en torno al completo y consciente distanciamiento o, usando las palabras de los autores de principios del siglo XX, el "enajenamiento" del Estado. En estas circunstancias una personalidad del mundo de la cultura está obligada a no reconocer la existencia misma del frente cultural.

A la cultura se le ofrece una especie de "coartada ideológica": un artista tiene derecho a cualquier gesto y cualquier declaración, porque es artista y por esta misma razón la sociedad no le puede presentar reclamación de ningún tipo. Mientras tanto, las actividades culturales no pueden ser destructivas, precisamente porque son "culturales".

Los intentos de estabilizar y equilibrar de alguna forma las relaciones entre la cultura y el Estado se topan con una actitud literalmente histérica y acusaciones de intervención del Estado en el proceso cultural. Recordemos que los debates de los ‘Fundamentos de la política cultural estatal' fueron acompañados por campañas mediáticas dirigidas contra el documento en cuestión y contra sus promotores, en concreto contra el ministro de Cultura, Vladimir Medinsky.

Los ‘Fundamentos de la política cultural estatal' zanjan las especulaciones sobre la política cultural del Estado, lo cual no es poco en la situación actual. De hecho así se dio un primer paso hacia la devolución a Rusia de la cultura como herramienta política e ideológica activa, también en las especiales circunstancias de la nueva Guerra Fría, aunque sea a nivel lógico y metodológico.

 

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