Así lo aseguró el portavoz de la Cancillería rusa, Alexandr Lukashévich, al comentar la visita del patriarca de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana no canónica, Filaret, a la sede de la Alianza Atlántica.
“¿Acaso la OTAN no comprende que la propia celebración de este encuentro, sin hablar ya de su contenido ‘militarista’, puede actuar como una bomba de relojería para la crisis, en vez de contribuir a eliminar las divergencias dentro de la dividida sociedad ucraniana que solo puede conseguirse por medio de un diálogo nacional”, señaló el portavoz.
En febrero pasado, Filaret viajó a Washington para pedir a los patronos estadounidenses armas a ser empleadas contra Donbás, sin tener en cuenta que este hecho podría escalar la violencia y provocar un nuevo derramamiento de sangre.
En abril, Filaret justificó en un sermón la operación especial lanzada por Kiev contra el este de Ucrania, señalando que “la raíz del mal está en la gente que vive en Donbás y los que se encuentran en Moscú".
La Iglesia Ortodoxa Ucraniana fue creada tras el colapso de la Unión Soviética en 1992 como resultado de la actividad del patriarca Filaret y del apoyo de los líderes de la Ucrania independiente.
Actualmente, no está reconocida por ninguna de las iglesias canónicas ortodoxas pero tiene influencia entre los fieles en algunas regiones de Ucrania Occidental.